Por
Alberto Moroy - http://viajes.elpais.com.uy/2016/11/29/boleando-la-historia
.
Seguramente usted como yo, no sabíamos que los esquimales (Inuit) usaban
boleadoras para cazar patos, menos que era de uso habitual entre los Incas y
Aztecas y que hay rastros en yacimientos arqueológicos de más de 5.000 años en
el sur de la Patagonia Argentina y 11.000 en Chile. Tampoco que las usaban en
China como arma de defensa y que seguro son tan viejas como la honda o el arco.
Este artículo trata de ponerle un poco de luz a un accesorio gauchesco,
heredado de los pueblos originarios, que por ser comunes en el pasado, nunca le
dimos demasiada importancia.
Las primeras boleadoras
Parece
probable que hayan ingresado con el hombre americano, desde el Norte de Asia.
Que la usasen los esquimales (Inuit) ya nos habla de un ámbito geográfico bien
distante al nuestro, no obstante hay registros en el Sur de Chile de 10.000
a.C. Sin dudas, antes del ingreso del caballo, las usadas para cazar llamas,
guanacos, avestruces Choique (sub. especie bastante más chica) en el Sur,
deberían ser de menor tamaño.
Las tres
piezas se encuentran completas y presentan una morfología esferoidal con surco
completo en el eje perpendicular al de rotación de la pieza. Una de estas
piezas es de una materia prima con alto contenido en óxido de hierro, presenta
la superficie redondeada por pulido, el surco se ubica en el eje menor de la
pieza, el que presenta una sección oblicua a recta elaborado probablemente por
raspado e incisiones, la profundidad del surco es mayor al de las demás piezas,
al igual que el peso especifico (226 grs.). La otra bola de igual materia prima
que la anterior, presenta un peso de 141 grs. La tercera bola es la más pequeña
en tamaño y peso (75 grs.)
Boleadoras de los esquimales (inuit)
Las
boleadoras de los esquimales y pueblos árticos afines, están formadas por un
número variable de cuerdas y las pesas de forma esferoide, piriformes o más
anchas y achatadas, son de marfil de morsa con agujeros en un extremo para
pasar el cordel que las une a un centro común o «manija», que es el punto donde
se las amarra. Este instrumento se usa haciéndolo girar alrededor de la cabeza
del cazador y arrojándolo hacia la presa, por lo general, aves en vuelo.
Aztecas e Incas
Resulta
probable que la honda de los Incas, usada para la guerra, así como la de los
aztecas (Tematlatl), haya sido un derivado de la maza de volea y de la bola
perdida.
La
diferencia entre ambas es el peso de los proyectiles a usar y en el caso de la
bola perdida, el cordel estaba atado y viaja con esta. Sin dudas las boleadoras
de dos o tres piedras se usaron muy frecuentemente en todas las épocas de
Tiwanaku (Pre-incaica, Bolivia) ,1500 a.C .al 1200 d.C. Hallándose muchas de ellas
en el gran centro ceremonial, debieron haber sido perdidos por los sujetos del
pueblo que visitaban ese gran monumento de culto o haber sido utilizadas para
impedir que las llamas u otros ganados se introdujeran en el sagrado recinto.
El ejercito Inca 1500 d.C. utilizaba hondas y boleadoras. Las pesas o bolas de
los Incas eran también de metal y múltiples, como las de los esquimales,
destinadas a cazar pájaros.
Bola perdida
Se trata
de una única bola atada a un cordel o torzal y puede, por excepción, llevar en
el otro extremo un manojo de plumas u otra piedra más pequeña. Esta forma de
boleadora se utilizaba igualmente haciéndola girar por encima de la cabeza y es
arrojada, cuando alcanza suficiente velocidad, a la cabeza de la presa o
enemigo a fin de matarlo o aturdirlo por contusión. Es decir que actúa por
traumatismo y no por aprehensión. Manteniendo el torzal tomado de su extremo,
esta arma se utilizaba como maza. Para hacer más efectivo el poder traumático,
la piedra podía tener una o más protuberancias o salientes agudas. Los especímenes
arqueológicos se reconocen fácilmente por este detalle y se los denominó bolas
erizadas (rompecabezas). Los cronistas de las primeras épocas relatan el
terrible poder contundente de estas bolas, que ellos mismos experimentaron en
carne propia, ya que conquistadores como Don Diego de Mendoza, sobrino de Don
Pedro de Mendoza, fundador de la primera, y Don Juan de Garay, fundador de la
segunda Buenos Aires, murieron como consecuencia de los formidables golpes de
estas armas.
Carta de
Luis Ramírez a su padre desde el Brasil (1528): orígenes de lo ‘real
maravilloso’ en el Cono Sur.
"Estos
querandíes (Pampas) son tan ligeros que alcanzan un venado por pies; pelean con
arcos y flechas y con unas pelotas de piedra redondas y tan grandes como el
puno, y con una cuerda atada que la guía, las cuales tiran tan certeras que no
yerran cosa que tiran".
José
Hernández (El Gaucho Martin Fierro)
"Sabe
manejar las bolas / como naides las maneja / ; cuando el contrario se aleja, /
manda una bola perdida y si lo alcanza /, sin vida es siguro que lo deja
/ Era el hijo de un cacique /, Dios le perdone al salvaje / las ganas que
me tenia…/ desaté las tres marías y lo engatusé a cabriolas…/ ¡ pucha…! Si no
traigo las bolas / me achura el indio ese día / Era el hijo de un cacique/,
sigún yo lo averigüé / la verdad del caso jue / que me tuvo apuradazo/, hasta
que al fin de un bolazo/ del caballo lo bajé".
De dos bolas
La
boleadora de dos bolas es la llamada comúnmente ñanducera, compuesta por una
bola de piedra o de metal y la manija también de piedra pero mucho más liviana
y muchas veces de forma alargada. La longitud de la “ñanducera” se media con
una braza (1,67 mts.), añadiendo a cada lado una distancia igual a la que hay
entre la mano y el codo.
De tres
bolas (Tres Marías)
Las Tres
Marías fueron las más comunes se usaban para trabajo con ganado y caballos.
Cuando el gaucho tira las boleadoras y al pegar en un animal, las bolas se
retuercen alrededor de las patas y el animal cae. Consta de dos o tres bolas,
piedras muy duras pulidas en forma casi esférica o muy raramente erizadas. El
diámetro de cada una de las bolas suele ser de unos 10 cm. en las boleadoras de
combate o de caza mayor. Tales piedras se encuentran unidas por tientos o
guascas, tiras de cuero Resulta claro que en animales menores el tamaño de las
bolas va disminuyendo.
El diseño
Respecto
al diseño la llamada manija (mas chica) debía tener un peso en relación con las
otras dos llamadas voladoras, su ramal era más corto La longitud de la ñanducera
se media con una braza (1,6718 mts.), añadiendo a cada lado una distancia igual
a la que hay entre la mano y el codo La potreadoras era similar pero más
cortas. Para la confección de las correas o torzales se utilizaban tientos de
cuero de potro, cogote de guanaco o tendón de pata de ñandú, por lo general
retorcidos o trenzados en número de a tres. Para sujetar las piedras provistas
de surco se pasaba directamente una tira de cuero alrededor del surco que se
ajustaba fuertemente y luego se unía al extremo del torzal. En las bolas lisas
el procedimiento era enfundar toda la bola dentro del retobo (forro de cuero).
Como bolearlas
En
relación al arte de bolear las bolas, se distinguían varias clases de tiros
según el numero de vueltas que diera el arma por el aire, los de tres vueltas
alcanzaban hasta 60 varas (50 mts.), los de dos vueltas hasta 30 / 40, aunque
con e la velocidad del caballo hasta los 70 mts. La distancia dependía del
tamaño y peso de las bolas y la fuerza del boleador, siendo la mayor la
de dos bolas y además la de mayor precisión.
La forma
de uso más común se llama “revolearlas”, y consiste en hacer girar velozmente
las piedras mediante los tientos por sobre la cabeza y arrojarla con gran
precisión al blanco, ya sea otro ser humano o algún animal. Tambien se boleaba
por debajo del cogote del caballo con este a toda la furia (plena velocidad), y
para eso se buscaba un piso empastado, de esa forma resbalaba y salía
totalmente desarticulada, dando mayor posibilidad que si se hacía en un piso de
tierra, de acuerdo a la manera de arrojarla puede o no ser letal. Si es
arrojada con el objetivo de capturar una presa, la boleadora se lanza dirigida
a las piernas o patas, para que los tientos se enreden alrededor de ellas; el
sujeto o el animal entonces queda “boleado”. Para cazar ñandúes, (Rhea
americana), lo frecuente es que se arrojen las boleadoras al cuello de estas
aves. En combates cuerpo a cuerpo era frecuente no soltar la boleadora, sino
usar una de las piedras a modo de maza, principalmente sobre la cabeza del
oponente.
En la Argentina, y hasta cierto punto hemos contagiado a algunos
chilenos y uruguayos, la palabra “boludo”...
Decirle a alguien boludo, hasta los ’60 y ’70 (ni qué decir durante la
dictadura) era un insulto grosero. Hoy el término boludo tiene una connotación similar a la del che, y en muchos casos, cuando hay un grado de confianza, para llamar la
atención es clásico el “¡Che, boludo/a!” Los adolescentes se suelen
llamar todo el tiempo “boludo” en reemplazo del “oye” “oí” “eh, tú” y similares.
Boludo sigue sirviendo de insulto, de todas formas y cuando se habla de
que “fulano es un boludo”, significa que es poco despierto,
infantil, inmaduro o que comete demasiadas tonterías. A diferencia de “boludo”,
su similar “pelotudo”, sigue siendo altamente ofensiva. Un “pelotudo”
es un “boludo” importante con mucha mayor capacidad de daño y enojo.
Se aplica de forma similar que “pendejo” en México (que para
nosotros es el lunfardo para un niño) o el “huevón” de Chile.
Mucha gente supone que boludo y pelotudo hace una analogía con el aspecto adormilado de los que sufren de
orquitis agudas.
Nada más lejos de la verdad. Los pelotudos eran los indios tehuelche, mapuche, pampa o puelche que avanzaban a la
cabeza del resto del malón en una carga de caballería enarbolando las
boleadoras con las que hacían caer a los caballos de la vanguardia de sus
enemigos, haciendo que los que venían atrás también cayeran.
Los primeros en caer eran los boludos, porque lo hacían por causa de haber
sido “boleados”.-
[se reproduce para fines de ilustración didáctica]