Mientras lo miramos, vamos escribiendo la nota. Eso puede durar años, hasta que él ya sea grande (siempre que no lo cacen...). -
en
inglés, comienzo: THE
STOLEN WHITE ELEPHANT by Mark Twain - "The following curious history was
related to me by a chance railway acquaintance. He was a gentleman more than
seventy years of age, and his thoroughly good and gentle face and earnest and
sincere manner imprinted the unmistakable stamp of truth upon every statement
which fell from his lips. He said: You know in what reverence the royal white
elephant of Siam is held by the people of that country. You know it is sacred
to kings, only kings may possess it, and that it is, indeed, in a measure even
superior to kings, since it receives not merely honor but worship". - Con el siguiente aporte de la Prof. Grace Gatica Jones esta introducción quedaría redactada en un better British así: The following curious story was narrated to me by a casual railway acquaintance. He was a gentleman over 70 years old.The thoroughly good and gentle expression on his face together with his earnest and sincere manner imprinted the unmistakable stamp of truth upon every statement which came out of his mouth.
It is wellknown what reverence is held upon the white elephant of Siam by its people. It is sacred to kings and only them may possess one. In this way, we can consider the white elephant to be in a measure superior to kings since it not only receives honour but also worship.
MARK TWAIN, El robo del elefante blanco (algunos fragmentos selectos)
... Hace cinco años, cuando hubo tropiezos con relación a la línea demarcatoria entre Gran Bretaña y Siam, fue evidente que Siam había cometido un error. Por ello se dieron precipitadamente toda clase de satisfacciones y el representante inglés declaró que se daba por conforme y que se debía olvidar el pasado. Esto fue de gran alivio para el rey de Siam y en parte como prueba de gratitud y en parte también, quizá, para eliminar todo residuo de sentimiento desagradable en Inglaterra, quiso hacerle a la reina un regalo, única manera segura de granjearse la buena voluntad de un enemigo, según las ideas orientales. Este regalo no sólo debía ser real, sino magníficamente real. Siendo así... ¿qué presente más adecuado que un elefante blanco? Mi situación en la administración pública hindú era tal que se me consideró especialmente digno del honor de entregarle el obsequio a Su Majestad. Se equipó un barco para mí y mi servidumbre y los oficiales y subalternos encargados del elefante y llegué al puerto de Nueva York y alojé mi regia carga en unos soberbios aposentos de Jersey. Era imprescindible estar algún tiempo allí para que la salud del animal se restableciera antes de seguir de viaje.
... Hace cinco años, cuando hubo tropiezos con relación a la línea demarcatoria entre Gran Bretaña y Siam, fue evidente que Siam había cometido un error. Por ello se dieron precipitadamente toda clase de satisfacciones y el representante inglés declaró que se daba por conforme y que se debía olvidar el pasado. Esto fue de gran alivio para el rey de Siam y en parte como prueba de gratitud y en parte también, quizá, para eliminar todo residuo de sentimiento desagradable en Inglaterra, quiso hacerle a la reina un regalo, única manera segura de granjearse la buena voluntad de un enemigo, según las ideas orientales. Este regalo no sólo debía ser real, sino magníficamente real. Siendo así... ¿qué presente más adecuado que un elefante blanco? Mi situación en la administración pública hindú era tal que se me consideró especialmente digno del honor de entregarle el obsequio a Su Majestad. Se equipó un barco para mí y mi servidumbre y los oficiales y subalternos encargados del elefante y llegué al puerto de Nueva York y alojé mi regia carga en unos soberbios aposentos de Jersey. Era imprescindible estar algún tiempo allí para que la salud del animal se restableciera antes de seguir de viaje.
Todo fue bien durante quince
días; después empezaron mis tribulaciones. ¡Robaron el elefante blanco! Fui
despertado en plena noche, para comunicarme la horrorosa desgracia. Por algunos
instantes, fui presa del terror y la ansiedad; me sentí impotente. Después me
tranquilicé y recobré mis facultades. Pronto vi qué camino debía seguir;
porque, a decir verdad, sólo había un camino posible para un hombre
inteligente. No obstante lo tardío de la hora, corrí a Nueva York y logré que
un agente de policía me guiara hasta la central de detectives. Por fortuna
llegué a tiempo, aunque el jefe, el famoso inspector Blunt, se disponía ya a
marcharse a su casa... El jefe de detectives tomó papel y una lapicera.
-¿Cómo se llama el elefante?
-Hassan
Ben Ali Ben Selim Abdallah Mohamed Moisé AIhammal Jamsetjeejebhoy Dhuiep Sultan
Ebu Bhudpoor.
-Muy
bien. ¿El nombre de bautismo?
-Jumbo.
-Perfectamente.
¿Dónde nació?
-La
capital de Siam.
... Estatura, seis metros, longitud, desde el ápice
de la frente hasta la inserción de la cola, 8 metros; longitud del tronco,
cinco metros; longitud de la cola, dos metros; longitud total, comprendidos el tronco
y la cola, 15 metros, longitud de los colmillos, 3 metros; orejas, en
proporción con esas dimensiones; su pisada recuerda la marca que hace un barril
cuando se lo pone de punta en la nieve; color del elefante, blanco opaco; en
cada oreja tiene un agujero del porte de un plato destinado a calzar joyas y
tiene en alto grado el hábito de mortificar con su trompa no sólo a las
personas que conoce, sino también a perfectos desconocidos; renguea ligeramente
con la pata trasera derecha y ostenta en la axila izquierda una pequeña
cicatriz causada otrora por un forúnculo. Al ser robado, tenía sobre su lomo un
castillo con plazas para quince personas y una manta de montar de paño de oro
del tamaño de una alfombra corriente.
... Por regla general, nosotros barruntamos en forma bastante
aproximada quién es nuestro hombre por el tipo de trabajo y la magnitud del
juego en que se embarca. Aquí, no tenemos que vérnoslas con un carterista ni
con un ratero de salón, vea bien. Este objeto no ha sido "escamoteado"
por un principiante. Pero, como le estaba diciendo, si se toma en cuenta el
cúmulo de viajes que deberán hacerse y la diligencia con que los ladrones
eliminarán sus huellas a medida que avancen, veinticinco mil dólares serán
quizá una suma harto pequeña, aunque me parece que vale la pena comenzar con
eso.
De
manera que nos atuvimos a esta cifra, para empezar. Luego, aquel hombre, a
quien no se le pasaba detalle alguno que pudiera servir como pista, dijo:
-En la
historia detectivesca, hay casos elocuentes de que los maleantes han sido
atrapados merced a las peculiaridades de su apetito. De modo que... Veamos...
¿Qué come ese elefante y cuánto come?
-Bueno...
En cuanto a qué come... es una bestia capaz de comerlo todo. Comería a un
hombre, comería una Biblia..., comería cualquier cosa intermedia entre un
hombre y una Biblia.
-Muy
bien... Muy bien, a decir verdad. Pero eso me suena a demasiado general. Hace
falta detalles..., los detalles son lo único valioso en nuestro oficio. En
cuanto a los hombres se refiere... ¿Cuántos hombres es capaz de comerse de una
sentada... o, si así lo prefiere, en un día... con tal que estén tiernos?
... -Cambiaría
las Biblias por ladrillos, dejaría los ladrillos para comer botellas, las
botellas para comer ropa, dejaría la ropa para comer gatos, dejaría los gatos
para comer ostras, dejaría las ostras para comer jamón, dejaría el jamón para
comer azúcar, dejaría el azúcar para comer pastel, dejaría el pastel para comer
patatas, dejaría las patatas para comer salvado, dejaría el salvado para comer
avena, dejaría la avena para comer arroz, ya que ha sido criado preferentemente
a base de arroz. Sólo rechazaría la manteca europea y aun quizá la comiera si
la probara.
-Perfectamente.
La cantidad total ingerida en una comida... digamos unos...
-Una
cantidad que va de un cuarto de tonelada a media tonelada.
-Y
bebe...
-Todo
lo fluido. Leche, agua, whisky, melaza, aceite de castor, aceite de trementina,
ácido fénico, cualquier fluido, salvo el café europeo.
... -No
soy afecto a las jactancias, no acostumbro hacer tal cosa; pero... hallaremos
el elefante.
Le
estreché la mano con entusiasmo y le di las gracias; y eran muy sinceras.
Cuanto más veía a aquel hombre, más me agradaba y más admiración sentía ante
los misteriosos prodigios de su profesión. Después nos separamos al llegar la
noche y volví a casa sintiéndome mucho más alegre que al ir a su oficina.
A
la mañana siguiente todo apareció en los periódicos, con los más pequeños
detalles. Hasta había agregados, consistentes en la “teoría” del detective
Fulano y el detective Zutano y el detective Mengano acerca de la forma cómo se
había efectuado el robo, sobre quiénes eran los ladrones y adónde habían
escapado con su botín. Había once de estas teorías y abarcaban todas las
posibilidades, Y este solo hecho prueba cuan independientes son para pensar los
detectives. No había dos teorías análogas, ni siquiera parecidas, con excepción
de un detalle sorprendente, en el cual coincidían absolutamente las once
teorías. Ese detalle era que, aunque en la parte posterior de mi edificio había
un boquete y la única puerta seguía estando cerrada con llave, el elefante no
había sido llevado por el boquete, sino por alguna otra abertura (no
descubierta). Todos concordaban en que los ladrones habían hecho aquel boquete sólo
para despistar a los detectives...
En
cuanto a los periódicos, tenemos que complacerlos. La fama, la reputación, la
constante mención pública; todo esto es el pan y la manteca del detective. Éste
debe publicar sus hechos, de lo contrario se podría creer que no los tiene;
debe publicar su teoría, ya que nada es más extraño o impresionante que la
teoría de un detective o le vale más asombrado respeto. Debemos publicar
nuestros planes, porque los periódicos quieren saberlos y no podemos negarnos
sin ofenderlos. Debemos mostrarle constantemente al público qué estamos
haciendo, o creerá que no hacemos nada. Es mucho más agradable que un diario
diga: “La ingeniosa y excepcional teoría del inspector Blunt es la siguiente”,
que verle escribir alguna cosa áspera, o, lo que es peor, algo sarcástico.
...
Puse una gran suma de dinero en manos del inspector para encarar los gastos
corrientes y me senté a la espera de noticias. Ahora, confiábamos en que los
telegramas empezarían a llegar de un momento a otro. En el intervalo, releí los
periódicos y también nuestra circular descriptiva y noté que la recompensa de
veinticinco mil dólares parecía ser ofrecida nada más que a los detectives.
Dije que, en mi opinión, la recompensa debía ofrecerse a quienquiera que
encontrara al elefante. El inspector manifestó: -Los detectives encontrarán al
elefante, de modo que la recompensa irá adonde debe ir. Si lo encuentran otras
personas, será solamente observando a los detectives y usando las pistas e
indicaciones robadas a ellos y esto, al fin de cuentas, autorizará a los
detectives a quedarse con la recompensa.
...
(telegrama) Barnum ofrece cantidad fija
cuatro mil dólares anuales por derechos exclusivos usar elefante medio
publicidad viajero desde ahora hasta que detectives lo arresten. Quiere pegar
affiches circo en él. Pide respuesta inmediata. BIGGS, detective. -¡Es
completamente absurdo!- exclamé. -Por supuesto- dijo el inspector-.
Evidentemente el señor Barnum, que se cree tan astuto, no sabe quien soy, pero
yo sí sé quién es el. Oferta señor Barnum rechazada. Siete mil dólares o nada.
EL JEFE
...
Bolivia, Nueva York. 12.50 El elefante
llegó aquí del Sur y pasó hacia bosque 11,50, desbaratando cortejo fúnebre por
camino y restándole a dos plañideros. Pobladores dispararon contra él varias
pequeñas balas cañón luego huyeron. El detective Burke y yo llegamos diez
minutos después, desde Norte, pero confundimos unas excavaciones con pisadas y
perdimos por eso mucho tiempo; finalmente encontramos buena pista y la seguimos
hasta bosques. Luego, apoyamos en tierra manos y rodillas y continuarnos
vigilando atentamente huella y así la seguimos al internarse maleza. Burke se
había adelantado. Desgraciadamente, animal se detuvo descansar; de modo que
Burke, la cabeza inclinada, atento a huella, chocó con patas traseras elefante
antes advertir su proximidad. Burke se puso de pie inmediatamente, aferró cola
y gritó con júbilo “Reclamo la...” pero no dijo más, ya que un solo golpe
enorme trompa redujo valiente detective a fragmentos. Huí hacia atrás y
elefante se volvió y me siguió hacia borde bosque, a enorme velocidad y yo
habría estado perdido sin poderlo remediar, de no haber intervenido nuevamente
restos cortejo fúnebre, que atrajeron su atención pero esto no es gran pérdida,
ya que sobra material para otro. Mientras tanto, elefante vuelto desaparecer.
MULROONEY, detective.
Baxter Centre 2.15 El elefante estuvo aquí,
cubierto cartelones circo y disolvió reunión religiosa, derribando y dañando a
muchos que se disponían a pasar mejor vida. Los pobladores lo cercaron y
establecieron guardia. Cuando llegamos Brown yo, penetramos cerco y procedimos
identificar elefante por fotografía y señas. Todas coincidían excepto una, que
no pudimos ver: cicatriz forúnculo bajo axila. Por cierto que Brown se arrastró
debajo de él para mirar y elefante le aplastó cráneo..., mejor dicho, le
aplastó y destruyó la cabeza, aunque nada salió del interior. Todos escaparon;
lo mismo elefante, golpeando a diestra y siniestra con gran efecto. Animal
escapó, pero dejó grandes rastros sangre a causa heridas causadas por balas
cañón. El redescubrimiento seguro. Se dirigió al Sur, a través denso bosque.”
BRENT, detective.
-(periódicos) “¡El elefante blanco en
libertad! ¡Arremete en su marcha fatal.! ¡Pueblos enteros abandonados por sus
pobladores, poseídos por el pánico! ¡El pálido terror lo precede, la muerte y
la devastación lo signen! ¡Lo persiguen los detectives! ¡Graneros destruidos,
fábricas desventradas, cosechas devoradas, reuniones públicas dispersadas,
acompañadas por escenas de carnicería imposible de describir! ¡Las teorías de
los treinta y cuatro detectives de la policía! ¡La teoría del jefe Blunt!”
Pero
para mí no había alegría. Me parecía que había sido yo quien había cometido
todos aquellos sangrientos crímenes y que el elefante sólo era mi irresponsable
agente. ¡Y cómo había aumentado la lista! En cierto sitio el elefante se había
entrometido en una elección y matado a cinco electores que votaran por partida
triple. A esto había seguido la muerte de dos inocentes señores llamados
O'Donohue y McFlannigan, que “acababan de hallar cobijo en el país de los
oprimidos del mundo entero el día anterior, y se disponían a ejercitar el noble
derecho de los ciudadanos norteamericanos en las urnas, momento en que fueron
desintegrados por la despiadada mano del Azote de Siam”. En otro lugar el
elefante había dado con un extravagante predicador sensacionalista que
preparaba sus heroicos ataques de la temporada por venir contra el baile, el
teatro y otras cosas que no podían devolver el golpe, y lo había aplastado. Y
en un tercer lugar había “matado a un corredor de pararrayos”. Y así aumentaba
la lista, cada vez más roja y cada vez más desalentadora. Ya eran sesenta los
muertos y doscientos cuarenta los heridos. Todos los informes testimoniaban la
actividad y devoción de los detectives y terminaban con la observación de que
“trescientos mil ciudadanos y cuatro detectives vieron al horrible animal y
éste aniquiló a dos de estos últimos”.
...
Las informaciones periodísticas comenzaron a resultar monótonas, con sus hechos
que nada decían, con sus pistas que a nada conducían, y con sus teorías que
habían agotado casi los elementos que asombran y deleitan y deslumbran. Por
consejo del inspector, dupliqué la recompensa ofrecida.
...
obediente al consejo del inspector, aumenté la recompensa a 75.000 dólares. La
cantidad era grande, pero decidí sacrificar mi fortuna personal antes que
perder mi reputación ante el gobierno. Ahora que la adversidad se ensañaba con
los detectives, los periódicos se volvieron contra ellos y se dedicaron a
herirlos con los más punzantes sarcasmos. Esto les sugerió una idea a los
cantores cómicos del teatro, que se disfrazaron de detectives y dieron caza al
elefante a través del escenario, en la forma más extravagante. Los
caricaturistas dibujaron a los detectives registrando el país con prismáticos,
mientras el elefante desde atrás de ellos, les robaba manzanas de los
bolsillos. Y bosquejaron toda clase de ridículos dibujos de la medalla
detectivesca; sin duda, ustedes habrán visto estampada en oro esa medalla en la
contratapa de las novelas policiales. Se trata de un ojo desmesuradamente
abierto, con la leyenda: “Nosotros nunca dormimos”. Cuando los detectives
pedían una copa, el tabernero, con ínfulas de chistoso, resucitaba una vieja
forma de expresión y decía: “¿Quiere usted un trago de esos que hace abrir los
ojos?”. La atmósfera estaba cargada de sarcasmos...
Tomó
una vela encendida y bajó al vasto sótano abovedado, donde dormían siempre
sesenta detectives, y donde un numeroso grupo estaba en esos momentos jugando a
los naipes para matar el tiempo. Lo seguí de cerca. Me dirigí rápidamente al
oscuro y lejano extremo del aposento y en el preciso instante cuando sucumbía a
una sensación de asfixia y poco me faltaba para desvanecerme, Blunt tropezó y
cayó sobre los estirados miembros de un voluminoso objeto, y le oí exclamar,
inclinándose: -Nuestra noble profesión queda rehabilitada. ¡Aquí está su
elefante! Me trasladaron a la oficina de la planta baja y me hicieron recobrar
el sentido con ácido fénico. Luego, penetró allí como un enjambre todo el
cuerpo de detectives y hubo otro desborde de triunfante júbilo, como yo no
había visto nunca. Llamaron a los reporteros, se abrieron cajas de champaña, se
pronunciaron brindis, los apretones de manos y las felicitaciones fueron
continuos y entusiastas. Naturalmente, el jefe era el héroe del día, y su
felicidad era tan grande y había sido ganada de una manera tan paciente y noble
y valerosa, que me sentí feliz al verla, aunque yo era ahora un pordiosero sin
hogar, con mi inestimable carga muerta, y mi situación en la administración
pública de mi país se había perdido para siempre, dado lo que parecería por
siempre una ejecución funestamente negligente, de una importante misión. Muchos
elocuentes ojos dieron muestras de su profunda admiración por el jefe y muchas
detectivescas voces murmuraron: “Mírenlo: es el rey de la profesión. Basta con
darle un rastro y no necesita más. No hay cosa escondida que él no pueda
encontrar”. La distribución de tos 50.000 dólares proporcionó gran placer:
cuando hubo terminado, el jefe pronunció un discursito mientras se metía en el
bolsillo su parte, y dijo en el transcurso del mismo: -Disfruten ese dinero,
muchachos, porque se lo han ganado. Y algo más: han ganado inmarcesible fama
para la profesión detectivesca.
...
Yo había perdido al pobre Hassan para siempre. Las balas de cañón le habían
causado heridas fatales. Se había arrastrado hacia aquel lugar hostil, situado
en medio de la niebla; y allí, rodeado por sus enemigos y en constante peligro
de ser encontrado, había perecido de hambre y sufrido, hasta que con la muerte
le llegó la paz. La transacción me costó 100.000 dólares, mis gastos de
investigación 42.000. Jamás volví a pedir un cargo público, estoy arruinado y
me he convertido en un vagabundo, pero mi admiración por ese hombre, a quien
considero el detective más grande que el mundo haya producido, se mantiene viva
hasta hoy y seguirá así hasta el fin de mis días.
-o-o-
Foto del autor: Mark Twain
-o-o-
En el “día del niño argentino” (16 de agosto de 2015) cometo
la chiquilinada de recomendar el video https://www.youtube.com/watch?v=gjUrsVhzMn0 El niño de los elefantes – Este bello film en blanco
y negro ( black and white, 1937) está basado en la novela “Toomai, of the Elephants”, donde
un niño de la India interpretado por Sabú afirma conocer el sitio en
el que se congregan las manadas de elefantes, codiciadas por los comerciantes
de marfil. Admirable trabajo de cineastas con elefantes amaestrados y algunos
simidíscolos. Mi primer encuentro visual en la pantalla con esos fascinantes
proboscidios. No di tregua a papá hasta que me llevó a verlos en el zoo; allí
redoblé los ruegos de dar un paseo sobre uno de ellos. Un canasto en forma de
torrecilla se erguía en su lomo. Con una escalerilla de sogas y la ayuda del
guía se llegaba hasta allí. Apenas el animal inició la marcha, quedé tieso de
vértigo: todo el planeta tierra, visto desde tan “enorme” altura, parecía
columpiarme. Diez minutos de balanceo (una eternidad) consumieron la tarifa
pactada y no quise insistir.
Colofón: Más tarde, los relatos de un escritor inglés – bien pudo
haber sido George Orwell – me acercaron la milenaria leyenda siamesa o
thailandesa del “elefante blanco”, recontada en múltiples variantes. Su denominación viene de que antiguamente los reyes
de Tailandia, cuando no estaban satisfechos con un súbdito (o un príncipe
vecino), le regalaban un elefante blanco, un animal sagrado. El supuesto
beneficiario debía darle comida especial, no hacerlo trabajar y permitir el
acceso a aquellos que quisieran venerarlo, lo cual tenía un costo que muchas
veces arruinaba al donatario. (Hoy se califica de “elefante blanco” a un
préstamo financiero muy oneroso o a obras edilicias monumentales – p.ej.
estadios de fútbol – que resultan inservibles y costosos de mantener). Cualquier
crítica contra la designación o el mantenimiento de empleados públicos o
privados carentes de idoneidad para el cargo es mero resentimiento, cuando no
una indignante estigmatización.- ch
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