Don Miguel de Unamuno… Dice, en efecto, que hallándose el
verano pasado en Bilbao, su pueblo nativo, y en una librería donde tiene
consignados ejemplares de su novela Paz
en la Guerra y de sus Tres Ensayos,
le manifestó el librero que cuando volviese a publicar otro libro se cuidara
mucho de su volumen y condiciones materiales, procurando que, a poder ser,
tengan sus obras todas un mismo tamaño. A cuyo respecto le contó el librero lo
que con uno de sus clientes le había ocurrido. Fue el caso que un sujeto le
había pedido en varias ocasiones las obras completas de Galdós, Pereda, Valera,
Palacio Valdés y otros escritores de fama y éxito, y se las había servido.
Pidióle luego las de Picón, y cuando llegaron estas torció el cliente el gesto
y les puso mala cara porque no eran todas de un mismo volumen, sino unas más
largas y otras más anchas. —¿Y cómo voy a encuadernar como «Obras completas de
D. Jacinto Octavio Picón» si presentan tanta diversidad de tamaños? El librero,
como se trataba de un buen cliente, se ofreció en su obsequio a quedarse con
ellas, y así se acordó, no llevándose el cliente más que dos o tres, las que
más le interesaban, o sean las iguales en tamaño y forma. Y comentando luego el
sucedido, decía el librero al señor Unamuno que procurara que sus libros todos
fueran uniformes, pues así los vendería mejor. Porque es indudable que hay
quienes compran los libros para leerlos, y son los menos, y hay quienes los
compran para formar con ellos biblioteca, y son los más. Y en una biblioteca
está feo que los libros de un autor, que han de aparecer juntos, no puedan
alinearse en perfecta formación y sin ningún saliente, ni hacia arriba ni hacia
adelante…
…APUNTES PARA UN TRATADO DE
COCOTOLOGÍA
Etimología - La
palabra cocotología se compone de dos: de la francesa cocotte, pajarita de
papel, y de la griega logia, de logos, tratado. La palabra francesa cocotte es
una palabra infantil y que se aplica en su sentido primitivo y recto a los
pollos y por extensión a todas las aves. En sentido traslaticio a las pajaritas
de papel y a las mozas de vida alegre. Aquí habré de extenderme en una
comparación entre estas mozas y las pajaritas, frágiles como ellas. La primera
cuestión que surge respecto al nombre de nuestra nueva ciencia es que es el tal
un nombre híbrido, como el de sociología, compuesta de una palabra latina y
otra griega, y son muchas las personas graves que han visto en eso del
hibridismo de su título un fuerte argumento en contra de la nueva sociología.
Acaso fuera mejor llamar a nuestra ciencia papyrornithología (???????????????),
de las palabras griegas papyros (???????) papel, ornithion (????????) pajarita
y logia, pero le encuentro a este nombre graves inconvenientes que me reservo
mostrar cuando publique el tratado. Y no dudemos de la importancia del nombre,
importancia tal que precisamente lo más grave de una idea u objeto es el nombre
que habíamos de darle. Rechacemos aquel absurdo aforismo de le nom ne fait pas
a la chose el nombre no hace a la cosa. Sí, el nombre hace a la cosa y hasta la
crea. ¿No nos dice acaso el versículo 3 del capítulo I del Génesis que «Dijo
Dios: sea la luz, y la luz fue», creándola así con su palabra, y no fue lo
primero la palabra, según el versículo primero del capítulo I del Evangelio
según Juan, que nos dice que «en el principio fue la palabra?» Fausto halla imposible
estimar en tanto la palabra, el verbo, y lo traduce primero así: «en el
principio era el sentido» (Im Anfang war der Sinn), mas luego lo corrige
diciendo: «En el principio era la fuerza» (Im Anfang war die Kraft), y concluye
por fin en decir: «en el principio era la acción» (Im Anfang war die That). No;
Fausto aquí divaga; digamos que en el principio fue la palabra y que luego de
haber formado Dios de la tierra toda bestia del campo y toda ave de los cielos
«las trajo a Adán para que viese cómo las había de llamar, y todo lo que Adán
llamó a los animales vivientes ese es su nombre» (Gen. II, 19). Y este acto de
dar Adán nombre a toda bestia del campo y a toda ave de los cielos, fue su toma
de posesión de ellos y hoy mismo tomamos posesión intelectual de las cosas al
nombrarlas.
¿Qué es, en efecto, conocer una cosa sino nombrarla? Conocer
una cosa es clasificarla, nos dicen los filósofos, es distinguirla de las
demás, y cuanto mejor la distingues es que la conoces mejor. El hombre
ignorante solo sabe el nombre propio de las cosas, su agnomen, su nombre de
pila que diríamos hoy; las llama Cayo o Tito, Pedro o Juan; el menos ignorante
sabe su primer apellido; cuando se instruye más conoce ya el segundo apellido, y
así sucesivamente. Cuanto más adelantamos en la ciencia de las cosas, más
apellidos damos a estas, conocemos mejor su genealogía, las colocamos mejor en
el lugar que en su familia las corresponde. ¿La llamada historia natural se
reduce para los más a otra cosa que una nomenclatura? Preguntémosle a la
palabra misma por su importancia y oficio, interroguemos a nuestra lengua
latina y ella nos dirá que la raíz del nombre-nombre NOMEN GNOMEN es la raíz
misma, gno —del verbo gnosco, cognosco, conocer, y que esta raíz GNO es hermana
de la raíz gen— de gigno, engendrar; nombrar es conocer y conocer es engendrar,
nombrar es engendrar las cosas—. Y si se lo preguntamos a las lenguas
germánicas y anglo-sajonas nos dirán estas que la voz palabra, worth en inglés,
wort en alemán, es pariente del verbo worden, devenir, hacerse, generarse,
siendo la palabra un hacerse, un devenir, un engendrarse. Sí, inefable e
inconocible es una sola y misma cosa. Razón tiene, pues, Carlyle cuando en su
Sector Resortus (lib. II, cap. I, Génesis), hace decir a Diógenes Teufelsdrockh
lo siguiente: «Pues en verdad, como insistía a menudo en ello Gualterio Shandy,
estriba mucho, casi todo, en los nombres. El nombre es el primer vestido en que
envolvisteis al yo que visitaba la Tierra, vestido a que desde entonces se
agarra más tenazmente (porque hay nombres que han durado casi treinta siglos)
que a la piel misma. Y ahora, desde fuera, ¡qué místicas influencias no envía
hacia dentro, aun hasta el centro, especialmente en aquellos plásticos primeros
tiempos en que es el alma toda infantil vía, blanda, habiendo de crecerla
invisible semilla hasta convertirse en árbol frondoso! ¿Los nombres? Si pudiera
explicar yo la influencia de los nombres, que son el más importante de todos
los vestidos, sería un segundo y gran Trismegisto. No ya solo el lenguaje común
todo, sino la ciencia y la poesía mismas, no son otra cosa, si lo examinas, que
un exacto nombrar. En muy llano sentido, dice el proverbio, “Llama ladrón a uno
y robará…”» Así Carlyle. Goethe, por su parte, en Poesía y verdad (II, 2), nos
dice: «No estaba bien hecho que se permitiera aquellas bromas con mi nombre,
pues el nombre propio de un hombre no es una capa que cuelgue de él y a la que
se pueda deshilachar y desgarrar, sino un vestido que ajusta perfectamente y
hasta como la piel misma que ha crecido con él y sobre él, y a la que no cabe
arañar y desollar sin herirle a él mismo.» Y, por último, para acabar con las
citas, conviene trascribir aquí aquellos preñados versos en que nos dice
Shelley en su «Prometeo desencadenado» (Prometheus unbound, act. II. sc. IV)
que «dio al hombre el lenguaje y el lenguaje creó el pensamiento, que es la
medida del universo.» He gave Man speech, and speech created
thought which is the measure of the universe. Con todas estas y otras
consideraciones acerca del nombre, consideraciones que sacaré de mi cuadernillo
rotulado Onomástica, justificaré la importancia capital que tiene el nombre que
doy a la nueva ciencia, y como al nombrarla la creo. Porque el nombre y su
etimología debe preceder a la definición misma.
… Importancia de
nuestra Ciencia - Es importantísimo el dejar bien asentada a priori la
importancia de la ciencia de que se va a discurrir, no sea que los lectores
torpes no lo conozcan. Es esto tan importante como lo que hacen ciertos
predicadores dialécticos que después de desarrollar un argumento añaden:
«queda, pues, evidentemente demostrada… tal o cual cosa», no sea que el oyente
no lo haya conocido. La importancia de la cocotología es que, como veremos más
adelante, puede llegar a ser ciencia perfecta.
Lugar que ocupa entre
las demás ciencias y sus relaciones con estas - He aquí dos puntos
capitalísimos y que se prestan a no poca discusión. En realidad el segundo
depende del primero, pues para colocar a nuestra ciencia en el lugar
preeminente que le corresponde, tenemos que determinar antes sus relaciones con
las demás ciencias. Relaciónase con las físico-químicas porque el papel, sea
fino sea de estraza, con que las pajaritas se hacen, está sujeto a las leyes
todas físicas y químicas; pesa, refleja un color, da un sonido si se le hiere,
se dilata por el calor, arde al fuego, es sensible a ciertos ácidos, etc., etc.
Se relaciona con las ciencias naturales porque dicho papel se extrae de
materias vegetales, y sin conocer estas mal se puede conocer bien tal papel.
Relaciónase con la psicología, porque las pajaritas de papel ayudan al
desarrollo de la psique infantil, y con las ciencias sociales por su valor como
juego de los niños. Pero ante todo y sobre se relaciona, como veremos, con las
ciencias matemáticas, porque la pajarita de papel adopta formas geométricas
definidas y puede someterse a fórmula analítica.
Embriología - He de empezar por el estudio de la
embriología de la pajarita de papel, a partir del cuadrado primitivo de papel,
que salido del protoplasma papiráceo, es el óvulo de donde la pajarita habrá de
desenvolverse. Y tal óvulo tiene que ser por fuerza cuadrado, lo más
perfectamente cuadrado que quepa, sin que sirva que sea un cuadrilátero o
paralelepípedo, pues de este no sale más que un monstruo, como puede comprobarlo
el investigador si, como nosotros, lo ensaya. El óvulo-cuadrado papiráceo
experimenta primero la vuelta o involución de sus cuatro ángulos cuyos extremos
vienen a coincidir en el centro, produciéndose el segundo período, el de
blastotetrágono, en que hay dos capas, la formada por los cuatro extremos
plegados, el endodermo o endopapiro, y la formada por el centro del
óvulo-cuadrado, el ectodermo o ectopapiro. Una vez obtenido este segundo
período experimenta el blastotetrágono un tercer pliego, una tercera complicación,
volviéndose las puntas de él hacia el lado inverso de aquel a que las primeras
se volvieron, es decir, hacia el endopapiro, y así tenemos la gástrula
papirácea. De esta puede salir ya, mediante un proceso que describiré
minuciosamente en mi obra —obra ilustrada con exactos grabados— la primera
forma de pájaras, la más elemental y primitiva, en que los extremos que se
doblaron primero vienen a formar la cabeza, las patas y la cola. De aquí
también, mediante otro proceso, puede salir una mesa, la trapeza papyracea, la
forma de tetrápodo o cuadrúpedo más sencilla que se conoce, como que es un
cuadrúpedo puro, un mero tetrápodo, a tal punto que hay sabios que opinan, con
algún fundamento, que no sirven las cuatro patas para sostener el cuadrado o tablero
de la mesa, sino más bien este para soportar las patas. Aquí me extenderé en
amplias consideraciones de como este tipo de la trapeza papirácea lo vemos
luego reproducido en todos aquellos organismos superiores, incluso el hombre,
en que el cuerpo lleva las extremidades en vez de llevar estas al cuerpo, y
estudiaré el tipo trapeza en la especie humana, en aquellos hombres cuya razón
de ser es tener manos y pies.
Después del tercer período viene el cuarto de donde se desarrolla, mediante un proceso que detallaré, la pajarita normal, caracterizada por tener cuatro costillas provenientes de las cuatro puntas primitivas y dos bolsas triangulares en la cabeza, a las que hay que dar denominación científica. He de extenderme luego en el quinto período, en que aparecen bolsillos a la pajarita, y aquí he de disertar doctamente acerca de estas pajaritas marsupiales, que representan un período de gran desarrollo. Porque es indudable que la aparición de los bolsillos es uno de los fenómenos más capitales y de mayor trascendencia del proceso orgánico. Con los bolsillos le nace a la pajarita una especie de mandíbula y se le forma boca propiamente dicha. (A todo esto es absolutamente preciso que el lector coja un cuadrado de papel y vaya experimentando por sí mismo lo que decimos, pues la cocotología es a la vez que exacta una ciencia eminentemente experimental.) Esto de que la boca aparezca al mismo tiempo que los bolsillos es uno de los fenómenos más sorprendentes y sugestivos que pueden darse y convendrá que me extienda sobre él cuanto lo merece. A la vez que boca y bolsillos desarróllanse en este quinto grado de la pajarita cuatro costillas pectorales simples a la par que las costillas espaldares se hacen dobles. De los períodos sexto, séptimo, etc., nada diremos, pero sí haré juiciosas y hondas reflexiones acerca de la infinitud del número de estos períodos o grados, de cómo son inacabables. Sin embargo, a cada nuevo grado el grosor de la pajarita crece y la materia opone serias resistencias a su perfección geométrica, que es su razón de ser, por lo cual esos grados superiores están condenados a perecer en la lucha por la existencia, ya que no se adaptan a la perfección geométrica. Y esto nos lleva a la anatomía de la pajarita.
Anatomía - La
razón de ser, en efecto, de la pajarita de papel es su perfección geométrica,
perfección a que todas ellas tienden, aunque no logren alcanzarla jamás. La
perfecta pajarita ha de poder ser inscrita en un cuadrado perfecto, como en la
figura adjunta vemos, y si recordamos que el óvulo de que salió era un cuadrado
de papel, veremos que su perfección consiste en poder inscribirse en su propio
óvulo-cuadrado, en mantenerse fiel a su origen. Y de aquí deduciremos que la
perfección de todo ser consiste en que se inscriba y atenga a su óvulo
generador, en que se mantenga en los límites de su origen. Claro está que en
las precarias y miserables condiciones de nuestra vida terrestre y dados entre
otros inconvenientes los que la materia presenta —el grosor y otras
imperfecciones del papel—, no hay pajarita alguna que cumpla con toda exactitud
rigurosa su ideal, su ideal geométrico; ideal que se cierne en el mundo
platónico de las ideas puras. El divino arquetipo de la pajarita es una especie
geométrica que yace desde la eternidad en el seno de la Geometría. Cuanto más
una pajarita se acerca a su arquetipo y cuanto se inscribe en más perfecto
cuadrado, tanto más perfecta es ella y tanto más se acerca a la superpajarita
inaccesible. Y aquí se nos presenta una interesantísima y muy sugestiva
cuestión, es a saber, la de que lo que hace la individualidad de cada pajarita,
lo que de las demás pajaritas de su tamaño la distingue es precisamente su
imperfección. Porque si todas las pajaritas fuesen perfectas, esto es,
inscribibles en cuadrados perfectos, no habrían de distinguirse unas de otras
más que cuantitativamente, por el tamaño, y no cualitativamente, y además por
el diferente lugar que ocupasen en el espacio. No serían idénticas pero sí
semejantes o iguales, como son semejantes siempre dos cuadrados o dos
triángulos equiláteros. Vése, pues, que la perfección se adquiere a costa de
personalidad, y que cuanto más perfecto o arquetípico es un ser, tanto menos
personal es, y veamos por aquí, mirándonos en las pajaritas como en espejo, si
nos conviene aspirar al sobrehombre, al hombre inscribible en óvulo perfecto, y
si para lograr semejante perfección hemos de renunciar a nuestra personalidad
cada uno. Cierto es que se nos ha dicho que seamos perfectos como nuestro Padre
celestial, pero esto es como un término inaccesible a que debemos tender. Y en
último caso, sí, renunciemos a nuestra personalidad en aras de la perfección y
aspiremos a ser semejantes, real y verdaderamente semejantes, perfectos, y a
fundirnos en el arquetipo. Porque si es Dios, como algunos sostienen, mi
proyección al infinito, como nuestras vidas paralelas en el infinito se
encuentran y en el infinito coincide mi proyección con la tuya y con la del
otro y la de el de más allá y las de todos, es una sola la proyección allí, es
Dios el lugar en que nuestros yos todos se identifican y confunden y
perfeccionan. Es, pues, el Yo colectivo, el Yo universal, el Yo-todo.
Y dígaseme ahora que la cocotología no es una ciencia
importantísima y que abre vastísimos horizontes a la mente humana llevándola a
espléndidas contemplaciones. Después de haber desarrollado debidamente estos
tan importantes problemas que la cocotología plantea, convendrá que me fije en
las partes que la pajarita vista en proyección lateral nos ofrece, y que son,
como se ve en la figura adjunta, ocho, dos en la cabeza, tres en la pata y tres
en la cola, pues la pajarita no consta al exterior más que de cabeza, patas y
cola. Las dos partes de la cabeza son respectivamente protocéfalo o cabeza
anterior (núm. 1), metacéfalo o cabeza posterior (núm. 2); las tres de la pata
son: protópodo (núm. 3), mesópodo (núm. 4) y metápodo (núm. 5), y las tres de
la cola: protocerco (núm. 6), mesocerco (núm. 7) y metacerco (núm. 8). Todas
ocho partes son triangulares y de triángulos iguales, triángulos rectángulos
isósceles, siendo por consiguiente la pajarita un ser esencial y eminentemente
triangular, un ser triánguli[1]rectánguli-isoscélico.
Y aquí tenemos una nueva, admirable, providencial y teleológica armonía al ver
la perfección suma de nuestra pajarita, compuesta como de primeros elementos o
células de sesenta y cuatro triángulos rectángulos isósceles, tal y como se ve
en la adjunta figura en que están marcados aquellos dieciséis que forman la
parte exterior de la pájara bien plegada. Y aquí tenemos como lo anatómico
surge de lo histológico, lo macroscópico de lo microscópico, y como todo ser
depende en cuanto a su organización y forma de los elementos primarios que le
constituyen. Sabido es, en efecto, que la diferencia entre la célula vegetal y
la animal, encerrada aquella entre duras paredes y como anquilosada y presa
entre ellas y más libre la célula animal, a modo de ameba —el glóbulo de la
sangre nos ofrece un caso de célula animal libre— sabido es, digo, como tal
diferencia es lo que principalmente condiciona las diferencias de estructura
que entre el vegetal y el animal existen. Del elemento primario arranca la
fábrica toda de un ser. Lo vemos en la arquitectura, en que las formas de
conjunto están condicionadas por el elemento, por la célula arquitectónica, que
se emplee, y así tenemos arquitectura en madera, imitada luego en piedra,
arquitectura en piedra o de sillares, arquitectura del ladrillo y hasta
arquitectura del hierro. Para desarrollar este punto, consultaré las obras
especiales de arquitectura y me dará lugar a ilustrar esta parte de mi obra con
profusión de grabados de los principales monumentos egipcios, asirios, caldeos,
frigios, griegos, etc., etc. Y la pajarita es, a no dudarlo, la forma
arquitectónica, digámoslo así, que el papel pide y exige, la forma que del
papel surge naturalmente, la perfección de la figura en papel, el perfecto ser
papiráceo. Todo en ella es admirable, no siendo de agotar la serie de armonías
y misteriosas relaciones que nos presenta. La pajarita es, ante todo, un ser
triangular, o, mejor dicho, triánguli-rectánguli-isoscélico, y como el
triángulo rectángulo isósceles es la mitad de un cuadrado, vemos su relación
íntima y profunda con el cuadrado que tanto papel juega en nuestra mensuración.
En las líneas de la pajarita unas, como las que van de la coronilla al pico o
de la rodilla al pie, son como lados del cuadrado, y otras, cual las tres
líneas que partiendo del centro van a parar al pico y a los extremos de la pata
y la cola, son como diagonales del mismo cuadrado, es decir que tomando a
aquellas, como se las debe tomar, de unidad, equivalen estas a x?2, cantidad
inconmensurable con la unidad. Y que aquí cómo se introduce en la esencia de la
pajarita la misteriosa relación de la inconmensurabilidad.
Esta inconmensurabilidad es a la pajarita lo que la
espiritualidad al hombre, y ella nos dice que debe la pajarita tener una vida
suprasensible, porque ¿es de creer que el Supremo Autor de todo lo creado la
dotara sin objetivo alguno de semejante inconmensurabilidad? ¿hemos de suponer
que no tenga fin alguno trascendente esta misteriosa relación de ?2? Todo en la
pajarita revela bien a las claras un plan preconcebido, todo nos demuestra un
oculto designio, y como no hemos de ser tan toriles que supongamos que el niño
que materialmente la construye sepa de triángulos isósceles ni de
inconmensurabilidades ni de x?2, forzoso nos es admitir que no es el tal niño
más que instrumento ciego de un Poder Supremo, que a más altos destinos que el de
entretenerle endereza a la pajarilla. Y aún nos atrevemos a sospechar que se
haya hecho al niño para la pajarita y no a esta para aquel, aun cuando tan
plausible sospecha pueda herir la vidriosa susceptibilidad del rey de la
creación. Mas de esto del origen y finalidad de la pajarita, hablaré más
adelante. Otra maravillosa armonía es que la pajarita, vista en proyección,
llena un área que equivale a la mitad del cuadrado en que se inscribe, ya que,
como vimos en anteriores figuras, consta de ocho triángulos de los dieciséis de
que el cuadrado consta. Es decir que es su área la mitad del área del cuadrado
en que se inscribe, lo mismo que el área de cada uno de los triángulos de que
consta es la mitad del área de un cuadrado; ¡admirable armonía! Además si consultamos
la 2.ª figura de la misma página, veremos que los triángulos marcados en
oscuro, son 16, siendo 64 el número total de los que componen el óvulo
primitivo, surgido del protoplasma papiráceo, el número total de células
triangulares de la mórula embriónica papirácea, es decir, que el área exterior,
que la piel de la pajarita es la cuarta parte, y ni más ni menos que la cuarta
parte, del área del óvulo cuadrado, ¡nueva y misteriosa armonía! Así continuaré
analizando en mi obra las distintas y maravillosas relaciones métricas,
conmensurables e inconmensurables, que de la estructura admirable de la
pajarita se derivan, y luego de analizar sus relaciones estáticas, me fijaré en
las dinámicas. En las dinámicas he escrito, aunque haya quien crea, equivocadamente,
que en la pajarita no cabe dinamismo. ¿Y cuál es el dinamismo de la pajarita,
el dinamismo cocotológico? Pues es el que resulta de mantenerse ella en pie,
porque la función de la pajarita consiste en mantenerse en pie. Este
mantenimiento es su fisiología.
Y no se me diga que el mantenerse en pie es algo estático y
no dinámico; no, es dinámico y muy dinámico. Más esfuerzos hacen falta muchas
veces, para mantenerse en pie que para avanzar. ¿Es que un cadáver puede
mantenerse en pie como un hombre vivo? Luego la pajarita que se mantiene en,
pie, es una pajarita viva. Y no se me diga, no, que en tal sentido nada hay que
no sea dinámico y que lo es lo estático mismo, y que no sé bien la diferencia
que entre lo estático y lo dinámico media, pues es estático un sistema de
fuerzas en equilibrio; no se me diga esto, que no haré caso y seguiré en mis
trece, pues yo me entiendo y bailo solo. El dinamismo de la pajarita, digo,
consiste en que se mantiene ella en pie y en equilibrio estable y se mantiene
sobre tres puntos —puntos y no superficies, fijémonos bien en ello—, que son
los dos puntos de los extremos de sus metápodos y el punto en que el
protocerco, el mesocerco y el metacerco se encuentran. Se sostiene sobre tres
puntos, determinantes de un plano siempre, sobre tres puntos, sobre un
triángulo isósceles, aunque no rectángulo, dado que de los dos extremos de las
patas al punto de apoyo de la cola, hay la misma distancia, ¡nueva, maravillosa
y sorprendente armonía triangular! Y obsérvese la perfección con que la
pajarita pisa y se sostiene en tierra, véase que no toca al suelo más que con
los tres puntos, determinantes de un plano, precisos para mantenerse en
equilibrio estable, que tiene el menor contacto posible con la tierra, y
dígasenos si no es esta una nueva y mirífica perfección de su ser, que le eleva
por sobre tantos plantígrados humanos, que necesitan tocar el mayor suelo que
ocupar puedan. La pajarita es un ser trípode, y la perfecta pajarita, la
pajarita arquetípica o ideal, no tocaría a tierra más que en tres puntos
geométricos, en tres puntos puros, determinantes de un puro plano. No hay más
que otra figura que toque a tierra con menor número de puntos que es la esfera
que solo sobre uno se sostiene, pero sostiénese en equilibrio inestable y no en
estable. Y ¿quién duda de que el triángulo sea figura más perfecta que el
círculo? Porque si son maravillosas y sorprendentes las relaciones del círculo,
tan maravillosas y sorprendentes son las del triángulo, siendo este más vario
que aquella a mayor abundamiento. Porque en el círculo apenas hay más que
unidad, mientras que en el triángulo hay unidad, variedad y armonía, unidad de
espacio cerrado, variedad de lados y ángulos, armonía de figura. Así ha sido
siempre honrado y respetado el triángulo, y con él el número tres que de él
deriva, el misterioso número tres, el primer número compuesto de un impar y de
un par y precisamente del primer impar con el par primero. Aquí haré un caluroso
elogio del número tres, enumerando las principales categorías y potencias que
se nos dan en terna o triada, y fijándome muy en especial en la Libertad,
Igualdad y Fraternidad; Dios, Patria y Rey; Agricultura. Industria y Comercio;
Verdad, Bondad y Belleza; Oriente, Grecia y Roma; etc., etc., etc.
Vamos ahora a la China, a ese país antiquísimo que guarda
las más venerables reliquias de la infancia del género humano. Y una vez en
China haré un caluroso elogio del interesante pueblo chino para concluir
encareciendo la importancia del tangram o chinchuap, especie de rompecabezas
chinesco, que sirve de distracción a los niños y que se ha adoptado en no pocas
escuelas de Europa para desarrollar el sentido geométrico de los niños. Consta
el tangram de siete piecitas de madera u otra materia, cortadas al modo que se
ve en la figura adjunta y con las cuales puede hacerse todo género de
combinaciones. Es un juego muy conocido. Ahora bien, yo sostengo que semejante
juego procede de la pajarita, y que a no más que construir la figura de la
pajarita se endereza, ya que sus últimos elementos, aquellos de que sus siete
piezas constan, no son ni más ni menos que los dieciséis triángulos rectángulos
isósceles de que el cuadrado en que se inscribe la pajarita consta, sin más que
la dislocación de dos de ellos. Y buena prueba de que el tangram chinesco se
enderezaba a la comprensión de la pajarita es que, como se ve en las figuras
adjuntas, se forman con sus siete piezas de un lado el óvulo papiráceo
juntamente con la figura de la pajarita, pudiendo superponer esta sobre aquel,
y de otro lado la pajarita toda. Así proseguiré desarrollando la anatomía
geométrica de la pajarita.
Origen y fin de la
Pajarita - El origen de cada cocotte o pajarita se nos aparece a primera
vista muy claro y obvio, la construimos nosotros con nuestras propias manos
tomando un pedazo de papel. Mas ya hemos visto que al construirla no pasamos de
ser humilde instrumento de una Potencia Suprema e Inteligente que guía nuestras
manos. Aquí de lo que quiero tratar es de su origen filogénico, del origen de
la especie. Porque nosotros las aprendimos a hacer por haber visto hacerlas,
mas ¿quién las ideó primero? ¿las ideó alguien? ¿surgieron de la nada, del azar
o de Inteligencia creadora y ordenadora? ¡Grave cuestión! ¿Podrá haber quien
nos persuada torpemente de que ser tan maravilloso, dotado de tantas y tan
excelsas perfecciones, vaso de tan admirables relaciones métricas
conmensurables e inconmensurables, estáticas y dinámicas, de que este perfecto
ser papiráceo pudo ser obra del acaso? ¿Tendremos que recordar lo de que
echando al azar caracteres de imprenta no pudo salir la Ilíada? ¡Lejos de
nosotros Demócrito y Leucipo y Holbach y los materialistas todos! ¡Oh ceguera
de los hombres! ¡oh dureza de sus corazones! No, no es posible que nos
persuadan de doctrinas tan absurdas como impías. Ha surgido en modernos tiempos
una secta proterva e impía llamada transformismo, darwinismo o evolucionismo
—que con estos y otros tan pomposos nombres se engalana— que en su ceguera y
arrogancia pretende que las especies hoy existentes se han producido todas,
todas, incluso la humana, unas de otras, a partir de las más sencillas e
imperfectas y ascendiendo a las más perfectas y complicadas. Pocas veces se ha
visto error más nefasto. Y ¿qué nos dice el flamante transformismo acerca de la
pajarita de papel? ¿Podrá hacernos creer que tan perfecto ser se engendrara
evolutivamente y no que surgiese de una sola vez y como por ensalmo con las
perfecciones todas que hoy atesora? Supongo que nos vendrá diciendo que dado un
perfecto cuadrado de papel y doblándolo con precisión no hay modo sino de que
se engendren figuras regulares, que doblando un cuadrado por su diagonal por
fuerza resultan dos triángulos rectángulos isósceles; pero ¿no veis,
desgraciados, que eso que me venís diciendo implica una petición de principio o
círculo vicioso? Sí, conozco sus sofismas aparatosos, sofismas de ciencia vana
que hincha y no conforta; sé que llevados de su natural soberbia sostienen con
pertinacia que los cantos rodados han resultado tales en puro frotarse contra
el lecho del arroyo y las aguas y no que fueron hechos rodados desde un
principio para que mejor resistieran a la corriente. ¿Qué más? Hay un hecho
admirabilísimo, fuente de admiración para todo verdadero sabio, que ha servido
a esos falseadores para uno de sus más artificiosos sofismas. El hecho es el de
lo maravillosamente dispuestas que están las celdillas de los panales de
abejas, en prismas hexagonales, que son las construcciones que acercándose más
a los cilindros desplazan menos terreno. ¡Maravillosa economía de espacio!
Muchos sabios modestos, profundos y piadosos se han detenido en admirar a la
Providencia en esta maravillosa traza, y puesto que no cabe, no siendo llevado
de un espíritu sectario, atribuir a las abejas un conocimiento tal de la
geometría que sepan cómo son los prismas hexagonales las figuras que mejor
encajan unas en otras sin desplazar terreno y ofrecen el hueco que más se
acerque al del cilindro, forzoso nos es ver en ello una Inteligencia suprema
que las dotó de instinto. Pero he aquí que vienen estos sabios modernos, estos
sofistas aparatosos y henchidos de presunción arrogante, y nos dicen que las
avispas hacen cilíndricas sus celdillas dejando huecos intermedios, perdiendo
terreno, y que si las abejas han llegado a hacerlas hexagonales es porque
apretando unos canutillos contra otros acaban por tomar ellos mismos,
naturalmente, la forma de prismas hexagonales, y a tal propósito nos invitan a
reunir un fajo de tales canutillos, a modo de cigarrillos en paquete, y
ceñirlos y apretarlos bien y lo veremos patente.
¡Oh ceguedad de la razón humana, y a qué extremos conduces a
los infelices mortales! ¡oh astucias del Enemigo malo! Recordemos que cuando
Dios puso a nuestros primeros padres en el paraíso terrenal les dejó todo aquel
amenísimo jardín en usufructo, ya que no en propiedad, y solo les prohibió que
tocaran a los frutos del árbol de la ciencia del bien y del mal; pero vino el
Tentador y les ofreció que serían como dioses, conocedores del bien y del mal y
de las razones de las cosas, y probaron del fruto del árbol de la ciencia y se
vieron desnudos y cayeron en miseria y de allí arrancan nuestros males todos,
entre ellos el primero y el más grave de todos, que es eso que llamamos
progreso. La tentación continúa, pues estoy completamente convencido de que
todo eso del transformismo no es más que una añagaza puesta con divina astucia
a nuestra razón para ver si esta se deja seducir y cree más en sí misma que en
lo que debe creer y a que debe confiarse. Todo lo que a los seres orgánicos se
refiere está, en efecto, de tal modo dispuesto y trazado que se vea nuestra
pobre y flaca razón llevada naturalmente y como de la mano a caer en los
errores del transformismo. Paralelismo entre el desarrollo del embrión y la
serie zoológica, órganos atrofiados, casos de atavismo, todo se halla ordenado
a inducirnos a error. Es evidente que mirada la cosa a la luz de la sola razón,
no hay más remedio que caer en el transformismo, pues este solo nos explica la
diversidad de especies y su diversidad de formas. La ciencia es implacable y no
sirve quererla resistir. La razón cae y tiene que caer naturalmente en el
transformismo si la fe no la sostiene sobrenaturalmente. Pero llegará el último
día, el día del juicio, aquel en que nos veremos todos las caras, el día en que
los ignorantes confundirán a los sabios y aquel día oiremos que se les dice a
nuestros flamantes sabios modernos: «Sí, es verdad, todo estaba trazado y
dispuesto para haceros creer en que unas especies provenían de otras mediante
trasformación, incluso el hombre provenir de una especie de mono; todo llevaba
vuestra razón naturalmente y como por irresistible fuerza a tal creencia, pero
era ¡ay! para probar vuestra fe y ver si creíais más a vuestra pobre, flaca y
soberbia razón que no a palabras que por infalibles debíais tener. Cierto es
también que apóstoles del error y de la mentira os hablaron de cierta quisicosa
que llamaban revelación natural y de que Dios habla por sus obras y de que es
la naturaleza su palabra, su verbo, y de que Él os enseñaba el transformismo y
de que era esta una doctrina profundamente religiosa y piadosa en cuanto
mostraba al hombre una indefinida ascensión de mejora, pero todo eso eran
trampas que se os ponía para probar vuestra fe. Y así como a Faraón se le
endureció el corazón y una vez con el corazón endurecido no respondió cuando se
le llamaba y fue por ello castigado, así se os castigará ahora por haber creído
antes a vuestra razón que no a antiquísimas y venerandas palabras.» Y sonará la fatídica trompeta.
Tal es, sin duda alguna, el hondo sentido de ese moderno y
perniciosísimo error que se llama transformismo, añagaza que a la razón se le
antepone. Mas a nosotros debe apartarnos de él la asidua y cuidadosa
contemplación de las perfecciones que la cocotte o pajarita de papel atesora… *
* * Aquí termina bruscamente el manuscrito de los Apuntes para un tratado de
cocotología del ilustre don Fulgencio, y es lástima que este nuestro primer
cocotólogo, el primero en orden de tiempo y de preminencia, no haya podido
llevar a cabo su proyecto de escribir en definitiva un tratado completo de la
nueva ciencia. Me ha asegurado que piensa refundirla en su gran obra de Ars
magna combinatoria, y aún parece ser que fue la cocotología lo que primero le
sugirió tan considerable monumento de sabiduría.-
[fuentes: M. de Unamuno,
Amor y pedagogía >> Y Figuras
De Origami - Bing images ]
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