Sonntag, 24. August 2014

Habanera - Español - Elīna Garanča

Homenaje de admiración a la bella mezzosoprano nórdica
Antes de que finalice agosto de 2014, quede constancia de su reciente actuación en el Festival de Salzburg donde ofreció dos funciones de concierto de la ópera La Favorita, bajo la dirección orquestal de Roberto Abbado. Cantó el papel de Leonor de Guzmán, amante del rey de Castilla Alfonso XI, en el drama de amor que completaron los intérpretes Juan Diego Flórez y Ludovic Tézier.
Si se menciona esa circunstancia casi en simultaneidad con su efectivo acontecer, no es por alardear de “actualizado” sino para resaltar la amplitud de la paleta vocal de Elīna Garanča y lo versátil de su temperamento artístico. En esa fértil trayectoria, la impronta gitana que muestra en el video encabezador de esta nota es apenas una anécdota. El homenaje que este post intenta rendir a su belleza y a su talento abarca todo el cultivo musical y personal que fue imprimiendo a su carrera.
Nacida en Riga, Letonia, en septiembre de 1976, fue encaminada por sus padres hacia las artes musicales en un camino de formación que la llevó a perfeccionarse en Austria y EE.UU.
 Su carrera profesional comenzó en el Südthüringisches Staatstheater de Meiningen y más tarde en la Ópera de Frankfurt.  En 1999 ganó la Mirjam Helin Singing Competition en Helsinki, Finlandia. No es hoy una debutante en Salzburg; comenzó a destacar allí en 2003 en los Salzburger Festspiele), donde interpretó a Annio en La clemenza di Tito, de Mozart, dirigida por Nikolaus Harnoncourt. Tras ello comenzó a recibir importantes papeles, como el de Charlotte en Werther, Dorabella en Così fan tutte para la Ópera de Viena, en 2004, y Dorabella de nuevo en París, dirigida por Patrice Chéreau (2005).
En 2006 cantó de nuevo La clemenza di Tito, esta vez en el papel de Sesto. El 12 de enero de 2008 debutó con su propia compañía en el MET de Nueva York interpretando a Rosina en El barbero de Sevilla, de Rossini. El 16 de enero de 2010 llevó a cabo una memorable y apasionada interpretación de la Carmen  de Bizet, en el MET junto al tenor francés Roberto Alagna. Su actuación fue retransmitida en directo vía satélite y en alta definición a todo el mundo, proyectándose simultáneamente en más de 850 salas de cine en 31 países distintos.
Preguntada cierta vez si la actuación y el canto son tareas exigentes, respondió: “Sí, por cierto, ya que cuesta mucha energía, emoción y concentración el cantar y bailar una Carmen, por ejemplo. A muchos les basta con entonar su rol sin interpretarlo con el cuerpo. En los ensayos procuro incitar a los otros cantantes a expresarse corporalmente, de modo que esa interacción se plasme en un resultado nuevo... En verdad, de joven quería ser actriz de teatro o cine, pero no me aprobaban. Decían que carecía de talento. Tal vez a muchos les pareciera demasiado alta y gordita. Por entones, en Letonia, las actrices tenían que ser como Kate Moss. Yo era muy diferente, y eso se notaba en los castings. No me salía “representar” cualquier papel que me propusieran los examinadores. Desde ya, nos presentamos en público en el rol de un personaje, pero la autenticidad y la sinceridad siguen siendo de enorme importancia...”
Y continuaba: “Siempre es una parte de mí lo que ven los espectadores cuando actúo. Experimento y conozco las pasiones, la desesperación, el odio y la envidia que encarnan los personajes de la ópera. No es preciso que mate a alguien para representar de un modo convincente a una asesina. Pero si tuviese que representarla en escena, procuraría entrar en contacto con alguien que lo fuese. La mente humana me interesa sobremanera, así como la pregunta sobre el por qué de nuestras reacciones. Me encanta observar a personas que interpretan un personaje. Por instantes quizá ello me permita comprender por qué ese ser humano se transfigura de tal manera.”
Cuando le hacían notar que muchos cantantes temían por su voz como si fuese la cáscara de un huevo crudo, admitía haber pasado al principio por el mismo trance, hasta el punto de no atreverse a comer un helado. Después desechó esa clase de temores, si bien antes de un estreno no cometería la imprudencia de caminar descalza sobre la nieve.
¿Cómo se las arregla con la articulación cantada de ciertos idiomas, por ejemplo el francés? “Trabajo con entrenadores y con colegas. Nadie es perfecto, y para el francés se necesita mucho tiempo. En mi caso, mucho funciona a partir de lo visual. Así y todo, nunca se sabe bien qué hacer con la lengua y los labios”.
¿Qué es más difícil de representar: lo lascivo, lo trágico o lo cómico? -  “Lo trágico viene por sí mismo: todos sufrimos pérdidas y muertes. Pero reírse de uno mismo exige un aprendizaje: nadie quiere aparecer como un bobo. Los letones somos muy orgullosos, ponemos la espalda muy derecha aunque a menudo debimos inclinarnos ante diversos poderosos, como los alemanes, los rusos, los vikingos, los escandinavos. El orgullo nos quedó, y nuestro sentido realista me resulta de gran ayuda en el trajinar operístico”.




[Fuente de los fragmentos de la entrevista, traducidos del alemán por ch:}  http://www.arte.tv/de/interview-mit-der-sopranistin-elina-garanca/2946976,CmC=3444156.html 


A propósito de la ópera La Favorita que Elina cantó en concierto esta última semana de agosto de 2014 en Salzburg, añado una breve referencia a su trama argumental:
 Transcurre en España, en el año de 1340, cuando Castilla y Portugal se unieron para luchar contra los musulmanes en la Batalla del Salado. Uno de los personajes es Alfonso XI de Castilla. Implica un triángulo amoroso entre este, su amante ("la favorita") Leonor de Guzmán y el amante de ella, Fernando.
La reina Doña María de Portugal, que amaba a su esposo y que intentaba atraérselo por todos los medios, no vaciló en acudir a una hechicera que vivía en la calle de la Pimienta, para que le preparase un "filtro de amor" bebedizo que ella echaría disimuladamente en la copa del rey, para que se enamorase.
Sin embargo, por una inesperada confusión, el  bebedizo fue a parar a la enfermería del convento de S.Francisco y el enfermero, creyéndolo una medicina, se lo dio a beber a un joven novicio que estaba enfermo y con fiebre.
El novicio don Fernando, animado por un inesperado vigor, sintió en aquel punto flaquear su vocación, y abandonó el convento enrolándose para ir a la guerra a luchar contra los moros granadinos. Al regreso de la campaña, en la que había prestado brillantísimos servicios, fue invitado por el rey a una fiesta en el Palacio del Alcázar.
Alfonso va a honrar a Fernando por su papel en la guerra. Le pregunta a Fernando qué recompensa quiere y Fernando le pide casarse con la mujer que le ha inspirado su bravura. Alfonso le pregunta quién es ella, y Fernando señala a Leonor. El Rey queda sorprendido al saber que Fernando es su exitoso rival. En un cambio de idea repentino, ordena a Fernando y Leonor que se casen en menos de una hora. Accediendo a que ella se casase, la convertía en una dama respetable ante la corte, y evitaría el que se pudiera murmurar, y llegar a oídos de su suegro, el Rey de Portugal, que afrentaba a su hija la reina Doña María teniendo una amante en el propio Palacio.
Leonor queda con sentimientos contrapuestos de aprensión y alegría. Decide que debe informar a Fernando sobre su pasado. Envía a Inés a buscarlo. Sin embargo, sin saberlo Leonor, Inés es arrestada antes de poder verlo. En un coro, la corte celebra los esponsales (Di già nella cappella). El Rey ennoblece a Fernando, pero los nobles lo rechazan por entender que el motivo ha sido vil . Fernando sólo averigua la verdad después de la ceremonia de bodas. Se considera deshonrado por el Rey y rompe su espada, abandona a Leonor y se confía a Baltasar
Pero una vez casado ella le explica a Fernando que era un matrimonio de pura fórmula, puesto que ella era y seguía siendo la Favorita del Rey.
Don Fernando, no pudiendo vengarse del rey, rompió su espada, con la que le había servido heroicamente, y la arrojó a los pies del monarca diciendo "Quedaos con vuestra favorita, que yo me vuelvo a mi convento".
La vida se le hizo difícil a doña Leonor una vez fallecido el rey, con quien había tenido diez hijos. La reina Doña María la hizo aprisionar y buscó mil maneras para que volvieran al patrimonio real los bienes y feudos que Alfonso XI había donado a la favorita, quien fue ejecutada en Talavera de la Reina en 1351.