Dienstag, 26. Juli 2022

Papirología de Unamuno: Teoría y praxis de las pajaritas de papel y otras figuras de Origami


Don Miguel de Unamuno… Dice, en efecto, que hallándose el verano pasado en Bilbao, su pueblo nativo, y en una librería donde tiene consignados ejemplares de su novela Paz en la Guerra y de sus Tres Ensayos, le manifestó el librero que cuando volviese a publicar otro libro se cuidara mucho de su volumen y condiciones materiales, procurando que, a poder ser, tengan sus obras todas un mismo tamaño. A cuyo respecto le contó el librero lo que con uno de sus clientes le había ocurrido. Fue el caso que un sujeto le había pedido en varias ocasiones las obras completas de Galdós, Pereda, Valera, Palacio Valdés y otros escritores de fama y éxito, y se las había servido. Pidióle luego las de Picón, y cuando llegaron estas torció el cliente el gesto y les puso mala cara porque no eran todas de un mismo volumen, sino unas más largas y otras más anchas. —¿Y cómo voy a encuadernar como «Obras completas de D. Jacinto Octavio Picón» si presentan tanta diversidad de tamaños? El librero, como se trataba de un buen cliente, se ofreció en su obsequio a quedarse con ellas, y así se acordó, no llevándose el cliente más que dos o tres, las que más le interesaban, o sean las iguales en tamaño y forma. Y comentando luego el sucedido, decía el librero al señor Unamuno que procurara que sus libros todos fueran uniformes, pues así los vendería mejor. Porque es indudable que hay quienes compran los libros para leerlos, y son los menos, y hay quienes los compran para formar con ellos biblioteca, y son los más. Y en una biblioteca está feo que los libros de un autor, que han de aparecer juntos, no puedan alinearse en perfecta formación y sin ningún saliente, ni hacia arriba ni hacia adelante…

APUNTES PARA UN TRATADO DE COCOTOLOGÍA

Etimología - La palabra cocotología se compone de dos: de la francesa cocotte, pajarita de papel, y de la griega logia, de logos, tratado. La palabra francesa cocotte es una palabra infantil y que se aplica en su sentido primitivo y recto a los pollos y por extensión a todas las aves. En sentido traslaticio a las pajaritas de papel y a las mozas de vida alegre. Aquí habré de extenderme en una comparación entre estas mozas y las pajaritas, frágiles como ellas. La primera cuestión que surge respecto al nombre de nuestra nueva ciencia es que es el tal un nombre híbrido, como el de sociología, compuesta de una palabra latina y otra griega, y son muchas las personas graves que han visto en eso del hibridismo de su título un fuerte argumento en contra de la nueva sociología. Acaso fuera mejor llamar a nuestra ciencia papyrornithología (???????????????), de las palabras griegas papyros (???????) papel, ornithion (????????) pajarita y logia, pero le encuentro a este nombre graves inconvenientes que me reservo mostrar cuando publique el tratado. Y no dudemos de la importancia del nombre, importancia tal que precisamente lo más grave de una idea u objeto es el nombre que habíamos de darle. Rechacemos aquel absurdo aforismo de le nom ne fait pas a la chose el nombre no hace a la cosa. Sí, el nombre hace a la cosa y hasta la crea. ¿No nos dice acaso el versículo 3 del capítulo I del Génesis que «Dijo Dios: sea la luz, y la luz fue», creándola así con su palabra, y no fue lo primero la palabra, según el versículo primero del capítulo I del Evangelio según Juan, que nos dice que «en el principio fue la palabra?» Fausto halla imposible estimar en tanto la palabra, el verbo, y lo traduce primero así: «en el principio era el sentido» (Im Anfang war der Sinn), mas luego lo corrige diciendo: «En el principio era la fuerza» (Im Anfang war die Kraft), y concluye por fin en decir: «en el principio era la acción» (Im Anfang war die That). No; Fausto aquí divaga; digamos que en el principio fue la palabra y que luego de haber formado Dios de la tierra toda bestia del campo y toda ave de los cielos «las trajo a Adán para que viese cómo las había de llamar, y todo lo que Adán llamó a los animales vivientes ese es su nombre» (Gen. II, 19). Y este acto de dar Adán nombre a toda bestia del campo y a toda ave de los cielos, fue su toma de posesión de ellos y hoy mismo tomamos posesión intelectual de las cosas al nombrarlas.

¿Qué es, en efecto, conocer una cosa sino nombrarla? Conocer una cosa es clasificarla, nos dicen los filósofos, es distinguirla de las demás, y cuanto mejor la distingues es que la conoces mejor. El hombre ignorante solo sabe el nombre propio de las cosas, su agnomen, su nombre de pila que diríamos hoy; las llama Cayo o Tito, Pedro o Juan; el menos ignorante sabe su primer apellido; cuando se instruye más conoce ya el segundo apellido, y así sucesivamente. Cuanto más adelantamos en la ciencia de las cosas, más apellidos damos a estas, conocemos mejor su genealogía, las colocamos mejor en el lugar que en su familia las corresponde. ¿La llamada historia natural se reduce para los más a otra cosa que una nomenclatura? Preguntémosle a la palabra misma por su importancia y oficio, interroguemos a nuestra lengua latina y ella nos dirá que la raíz del nombre-nombre NOMEN GNOMEN es la raíz misma, gno —del verbo gnosco, cognosco, conocer, y que esta raíz GNO es hermana de la raíz gen— de gigno, engendrar; nombrar es conocer y conocer es engendrar, nombrar es engendrar las cosas—. Y si se lo preguntamos a las lenguas germánicas y anglo-sajonas nos dirán estas que la voz palabra, worth en inglés, wort en alemán, es pariente del verbo worden, devenir, hacerse, generarse, siendo la palabra un hacerse, un devenir, un engendrarse. Sí, inefable e inconocible es una sola y misma cosa. Razón tiene, pues, Carlyle cuando en su Sector Resortus (lib. II, cap. I, Génesis), hace decir a Diógenes Teufelsdrockh lo siguiente: «Pues en verdad, como insistía a menudo en ello Gualterio Shandy, estriba mucho, casi todo, en los nombres. El nombre es el primer vestido en que envolvisteis al yo que visitaba la Tierra, vestido a que desde entonces se agarra más tenazmente (porque hay nombres que han durado casi treinta siglos) que a la piel misma. Y ahora, desde fuera, ¡qué místicas influencias no envía hacia dentro, aun hasta el centro, especialmente en aquellos plásticos primeros tiempos en que es el alma toda infantil vía, blanda, habiendo de crecerla invisible semilla hasta convertirse en árbol frondoso! ¿Los nombres? Si pudiera explicar yo la influencia de los nombres, que son el más importante de todos los vestidos, sería un segundo y gran Trismegisto. No ya solo el lenguaje común todo, sino la ciencia y la poesía mismas, no son otra cosa, si lo examinas, que un exacto nombrar. En muy llano sentido, dice el proverbio, “Llama ladrón a uno y robará…”» Así Carlyle. Goethe, por su parte, en Poesía y verdad (II, 2), nos dice: «No estaba bien hecho que se permitiera aquellas bromas con mi nombre, pues el nombre propio de un hombre no es una capa que cuelgue de él y a la que se pueda deshilachar y desgarrar, sino un vestido que ajusta perfectamente y hasta como la piel misma que ha crecido con él y sobre él, y a la que no cabe arañar y desollar sin herirle a él mismo.» Y, por último, para acabar con las citas, conviene trascribir aquí aquellos preñados versos en que nos dice Shelley en su «Prometeo desencadenado» (Prometheus unbound, act. II. sc. IV) que «dio al hombre el lenguaje y el lenguaje creó el pensamiento, que es la medida del universo.» He gave Man speech, and speech created thought which is the measure of the universe. Con todas estas y otras consideraciones acerca del nombre, consideraciones que sacaré de mi cuadernillo rotulado Onomástica, justificaré la importancia capital que tiene el nombre que doy a la nueva ciencia, y como al nombrarla la creo. Porque el nombre y su etimología debe preceder a la definición misma.

Importancia de nuestra Ciencia - Es importantísimo el dejar bien asentada a priori la importancia de la ciencia de que se va a discurrir, no sea que los lectores torpes no lo conozcan. Es esto tan importante como lo que hacen ciertos predicadores dialécticos que después de desarrollar un argumento añaden: «queda, pues, evidentemente demostrada… tal o cual cosa», no sea que el oyente no lo haya conocido. La importancia de la cocotología es que, como veremos más adelante, puede llegar a ser ciencia perfecta.

Lugar que ocupa entre las demás ciencias y sus relaciones con estas - He aquí dos puntos capitalísimos y que se prestan a no poca discusión. En realidad el segundo depende del primero, pues para colocar a nuestra ciencia en el lugar preeminente que le corresponde, tenemos que determinar antes sus relaciones con las demás ciencias. Relaciónase con las físico-químicas porque el papel, sea fino sea de estraza, con que las pajaritas se hacen, está sujeto a las leyes todas físicas y químicas; pesa, refleja un color, da un sonido si se le hiere, se dilata por el calor, arde al fuego, es sensible a ciertos ácidos, etc., etc. Se relaciona con las ciencias naturales porque dicho papel se extrae de materias vegetales, y sin conocer estas mal se puede conocer bien tal papel. Relaciónase con la psicología, porque las pajaritas de papel ayudan al desarrollo de la psique infantil, y con las ciencias sociales por su valor como juego de los niños. Pero ante todo y sobre se relaciona, como veremos, con las ciencias matemáticas, porque la pajarita de papel adopta formas geométricas definidas y puede someterse a fórmula analítica.

Embriología -  He de empezar por el estudio de la embriología de la pajarita de papel, a partir del cuadrado primitivo de papel, que salido del protoplasma papiráceo, es el óvulo de donde la pajarita habrá de desenvolverse. Y tal óvulo tiene que ser por fuerza cuadrado, lo más perfectamente cuadrado que quepa, sin que sirva que sea un cuadrilátero o paralelepípedo, pues de este no sale más que un monstruo, como puede comprobarlo el investigador si, como nosotros, lo ensaya. El óvulo-cuadrado papiráceo experimenta primero la vuelta o involución de sus cuatro ángulos cuyos extremos vienen a coincidir en el centro, produciéndose el segundo período, el de blastotetrágono, en que hay dos capas, la formada por los cuatro extremos plegados, el endodermo o endopapiro, y la formada por el centro del óvulo-cuadrado, el ectodermo o ectopapiro. Una vez obtenido este segundo período experimenta el blastotetrágono un tercer pliego, una tercera complicación, volviéndose las puntas de él hacia el lado inverso de aquel a que las primeras se volvieron, es decir, hacia el endopapiro, y así tenemos la gástrula papirácea. De esta puede salir ya, mediante un proceso que describiré minuciosamente en mi obra —obra ilustrada con exactos grabados— la primera forma de pájaras, la más elemental y primitiva, en que los extremos que se doblaron primero vienen a formar la cabeza, las patas y la cola. De aquí también, mediante otro proceso, puede salir una mesa, la trapeza papyracea, la forma de tetrápodo o cuadrúpedo más sencilla que se conoce, como que es un cuadrúpedo puro, un mero tetrápodo, a tal punto que hay sabios que opinan, con algún fundamento, que no sirven las cuatro patas para sostener el cuadrado o tablero de la mesa, sino más bien este para soportar las patas. Aquí me extenderé en amplias consideraciones de como este tipo de la trapeza papirácea lo vemos luego reproducido en todos aquellos organismos superiores, incluso el hombre, en que el cuerpo lleva las extremidades en vez de llevar estas al cuerpo, y estudiaré el tipo trapeza en la especie humana, en aquellos hombres cuya razón de ser es tener manos y pies.

Después del tercer período viene el cuarto de donde se desarrolla, mediante un proceso que detallaré, la pajarita normal, caracterizada por tener cuatro costillas provenientes de las cuatro puntas primitivas y dos bolsas triangulares en la cabeza, a las que hay que dar denominación científica. He de extenderme luego en el quinto período, en que aparecen bolsillos a la pajarita, y aquí he de disertar doctamente acerca de estas pajaritas marsupiales, que representan un período de gran desarrollo. Porque es indudable que la aparición de los bolsillos es uno de los fenómenos más capitales y de mayor trascendencia del proceso orgánico. Con los bolsillos le nace a la pajarita una especie de mandíbula y se le forma boca propiamente dicha. (A todo esto es absolutamente preciso que el lector coja un cuadrado de papel y vaya experimentando por sí mismo lo que decimos, pues la cocotología es a la vez que exacta una ciencia eminentemente experimental.) Esto de que la boca aparezca al mismo tiempo que los bolsillos es uno de los fenómenos más sorprendentes y sugestivos que pueden darse y convendrá que me extienda sobre él cuanto lo merece. A la vez que boca y bolsillos desarróllanse en este quinto grado de la pajarita cuatro costillas pectorales simples a la par que las costillas espaldares se hacen dobles. De los períodos sexto, séptimo, etc., nada diremos, pero sí haré juiciosas y hondas reflexiones acerca de la infinitud del número de estos períodos o grados, de cómo son inacabables. Sin embargo, a cada nuevo grado el grosor de la pajarita crece y la materia opone serias resistencias a su perfección geométrica, que es su razón de ser, por lo cual esos grados superiores están condenados a perecer en la lucha por la existencia, ya que no se adaptan a la perfección geométrica. Y esto nos lleva a la anatomía de la pajarita.



Anatomía - La razón de ser, en efecto, de la pajarita de papel es su perfección geométrica, perfección a que todas ellas tienden, aunque no logren alcanzarla jamás. La perfecta pajarita ha de poder ser inscrita en un cuadrado perfecto, como en la figura adjunta vemos, y si recordamos que el óvulo de que salió era un cuadrado de papel, veremos que su perfección consiste en poder inscribirse en su propio óvulo-cuadrado, en mantenerse fiel a su origen. Y de aquí deduciremos que la perfección de todo ser consiste en que se inscriba y atenga a su óvulo generador, en que se mantenga en los límites de su origen. Claro está que en las precarias y miserables condiciones de nuestra vida terrestre y dados entre otros inconvenientes los que la materia presenta —el grosor y otras imperfecciones del papel—, no hay pajarita alguna que cumpla con toda exactitud rigurosa su ideal, su ideal geométrico; ideal que se cierne en el mundo platónico de las ideas puras. El divino arquetipo de la pajarita es una especie geométrica que yace desde la eternidad en el seno de la Geometría. Cuanto más una pajarita se acerca a su arquetipo y cuanto se inscribe en más perfecto cuadrado, tanto más perfecta es ella y tanto más se acerca a la superpajarita inaccesible. Y aquí se nos presenta una interesantísima y muy sugestiva cuestión, es a saber, la de que lo que hace la individualidad de cada pajarita, lo que de las demás pajaritas de su tamaño la distingue es precisamente su imperfección. Porque si todas las pajaritas fuesen perfectas, esto es, inscribibles en cuadrados perfectos, no habrían de distinguirse unas de otras más que cuantitativamente, por el tamaño, y no cualitativamente, y además por el diferente lugar que ocupasen en el espacio. No serían idénticas pero sí semejantes o iguales, como son semejantes siempre dos cuadrados o dos triángulos equiláteros. Vése, pues, que la perfección se adquiere a costa de personalidad, y que cuanto más perfecto o arquetípico es un ser, tanto menos personal es, y veamos por aquí, mirándonos en las pajaritas como en espejo, si nos conviene aspirar al sobrehombre, al hombre inscribible en óvulo perfecto, y si para lograr semejante perfección hemos de renunciar a nuestra personalidad cada uno. Cierto es que se nos ha dicho que seamos perfectos como nuestro Padre celestial, pero esto es como un término inaccesible a que debemos tender. Y en último caso, sí, renunciemos a nuestra personalidad en aras de la perfección y aspiremos a ser semejantes, real y verdaderamente semejantes, perfectos, y a fundirnos en el arquetipo. Porque si es Dios, como algunos sostienen, mi proyección al infinito, como nuestras vidas paralelas en el infinito se encuentran y en el infinito coincide mi proyección con la tuya y con la del otro y la de el de más allá y las de todos, es una sola la proyección allí, es Dios el lugar en que nuestros yos todos se identifican y confunden y perfeccionan. Es, pues, el Yo colectivo, el Yo universal, el Yo-todo.

Y dígaseme ahora que la cocotología no es una ciencia importantísima y que abre vastísimos horizontes a la mente humana llevándola a espléndidas contemplaciones. Después de haber desarrollado debidamente estos tan importantes problemas que la cocotología plantea, convendrá que me fije en las partes que la pajarita vista en proyección lateral nos ofrece, y que son, como se ve en la figura adjunta, ocho, dos en la cabeza, tres en la pata y tres en la cola, pues la pajarita no consta al exterior más que de cabeza, patas y cola. Las dos partes de la cabeza son respectivamente protocéfalo o cabeza anterior (núm. 1), metacéfalo o cabeza posterior (núm. 2); las tres de la pata son: protópodo (núm. 3), mesópodo (núm. 4) y metápodo (núm. 5), y las tres de la cola: protocerco (núm. 6), mesocerco (núm. 7) y metacerco (núm. 8). Todas ocho partes son triangulares y de triángulos iguales, triángulos rectángulos isósceles, siendo por consiguiente la pajarita un ser esencial y eminentemente triangular, un ser triánguli[1]rectánguli-isoscélico. Y aquí tenemos una nueva, admirable, providencial y teleológica armonía al ver la perfección suma de nuestra pajarita, compuesta como de primeros elementos o células de sesenta y cuatro triángulos rectángulos isósceles, tal y como se ve en la adjunta figura en que están marcados aquellos dieciséis que forman la parte exterior de la pájara bien plegada. Y aquí tenemos como lo anatómico surge de lo histológico, lo macroscópico de lo microscópico, y como todo ser depende en cuanto a su organización y forma de los elementos primarios que le constituyen. Sabido es, en efecto, que la diferencia entre la célula vegetal y la animal, encerrada aquella entre duras paredes y como anquilosada y presa entre ellas y más libre la célula animal, a modo de ameba —el glóbulo de la sangre nos ofrece un caso de célula animal libre— sabido es, digo, como tal diferencia es lo que principalmente condiciona las diferencias de estructura que entre el vegetal y el animal existen. Del elemento primario arranca la fábrica toda de un ser. Lo vemos en la arquitectura, en que las formas de conjunto están condicionadas por el elemento, por la célula arquitectónica, que se emplee, y así tenemos arquitectura en madera, imitada luego en piedra, arquitectura en piedra o de sillares, arquitectura del ladrillo y hasta arquitectura del hierro. Para desarrollar este punto, consultaré las obras especiales de arquitectura y me dará lugar a ilustrar esta parte de mi obra con profusión de grabados de los principales monumentos egipcios, asirios, caldeos, frigios, griegos, etc., etc. Y la pajarita es, a no dudarlo, la forma arquitectónica, digámoslo así, que el papel pide y exige, la forma que del papel surge naturalmente, la perfección de la figura en papel, el perfecto ser papiráceo. Todo en ella es admirable, no siendo de agotar la serie de armonías y misteriosas relaciones que nos presenta. La pajarita es, ante todo, un ser triangular, o, mejor dicho, triánguli-rectánguli-isoscélico, y como el triángulo rectángulo isósceles es la mitad de un cuadrado, vemos su relación íntima y profunda con el cuadrado que tanto papel juega en nuestra mensuración. En las líneas de la pajarita unas, como las que van de la coronilla al pico o de la rodilla al pie, son como lados del cuadrado, y otras, cual las tres líneas que partiendo del centro van a parar al pico y a los extremos de la pata y la cola, son como diagonales del mismo cuadrado, es decir que tomando a aquellas, como se las debe tomar, de unidad, equivalen estas a x?2, cantidad inconmensurable con la unidad. Y que aquí cómo se introduce en la esencia de la pajarita la misteriosa relación de la inconmensurabilidad.



Esta inconmensurabilidad es a la pajarita lo que la espiritualidad al hombre, y ella nos dice que debe la pajarita tener una vida suprasensible, porque ¿es de creer que el Supremo Autor de todo lo creado la dotara sin objetivo alguno de semejante inconmensurabilidad? ¿hemos de suponer que no tenga fin alguno trascendente esta misteriosa relación de ?2? Todo en la pajarita revela bien a las claras un plan preconcebido, todo nos demuestra un oculto designio, y como no hemos de ser tan toriles que supongamos que el niño que materialmente la construye sepa de triángulos isósceles ni de inconmensurabilidades ni de x?2, forzoso nos es admitir que no es el tal niño más que instrumento ciego de un Poder Supremo, que a más altos destinos que el de entretenerle endereza a la pajarilla. Y aún nos atrevemos a sospechar que se haya hecho al niño para la pajarita y no a esta para aquel, aun cuando tan plausible sospecha pueda herir la vidriosa susceptibilidad del rey de la creación. Mas de esto del origen y finalidad de la pajarita, hablaré más adelante. Otra maravillosa armonía es que la pajarita, vista en proyección, llena un área que equivale a la mitad del cuadrado en que se inscribe, ya que, como vimos en anteriores figuras, consta de ocho triángulos de los dieciséis de que el cuadrado consta. Es decir que es su área la mitad del área del cuadrado en que se inscribe, lo mismo que el área de cada uno de los triángulos de que consta es la mitad del área de un cuadrado; ¡admirable armonía! Además si consultamos la 2.ª figura de la misma página, veremos que los triángulos marcados en oscuro, son 16, siendo 64 el número total de los que componen el óvulo primitivo, surgido del protoplasma papiráceo, el número total de células triangulares de la mórula embriónica papirácea, es decir, que el área exterior, que la piel de la pajarita es la cuarta parte, y ni más ni menos que la cuarta parte, del área del óvulo cuadrado, ¡nueva y misteriosa armonía! Así continuaré analizando en mi obra las distintas y maravillosas relaciones métricas, conmensurables e inconmensurables, que de la estructura admirable de la pajarita se derivan, y luego de analizar sus relaciones estáticas, me fijaré en las dinámicas. En las dinámicas he escrito, aunque haya quien crea, equivocadamente, que en la pajarita no cabe dinamismo. ¿Y cuál es el dinamismo de la pajarita, el dinamismo cocotológico? Pues es el que resulta de mantenerse ella en pie, porque la función de la pajarita consiste en mantenerse en pie. Este mantenimiento es su fisiología.

Y no se me diga que el mantenerse en pie es algo estático y no dinámico; no, es dinámico y muy dinámico. Más esfuerzos hacen falta muchas veces, para mantenerse en pie que para avanzar. ¿Es que un cadáver puede mantenerse en pie como un hombre vivo? Luego la pajarita que se mantiene en, pie, es una pajarita viva. Y no se me diga, no, que en tal sentido nada hay que no sea dinámico y que lo es lo estático mismo, y que no sé bien la diferencia que entre lo estático y lo dinámico media, pues es estático un sistema de fuerzas en equilibrio; no se me diga esto, que no haré caso y seguiré en mis trece, pues yo me entiendo y bailo solo. El dinamismo de la pajarita, digo, consiste en que se mantiene ella en pie y en equilibrio estable y se mantiene sobre tres puntos —puntos y no superficies, fijémonos bien en ello—, que son los dos puntos de los extremos de sus metápodos y el punto en que el protocerco, el mesocerco y el metacerco se encuentran. Se sostiene sobre tres puntos, determinantes de un plano siempre, sobre tres puntos, sobre un triángulo isósceles, aunque no rectángulo, dado que de los dos extremos de las patas al punto de apoyo de la cola, hay la misma distancia, ¡nueva, maravillosa y sorprendente armonía triangular! Y obsérvese la perfección con que la pajarita pisa y se sostiene en tierra, véase que no toca al suelo más que con los tres puntos, determinantes de un plano, precisos para mantenerse en equilibrio estable, que tiene el menor contacto posible con la tierra, y dígasenos si no es esta una nueva y mirífica perfección de su ser, que le eleva por sobre tantos plantígrados humanos, que necesitan tocar el mayor suelo que ocupar puedan. La pajarita es un ser trípode, y la perfecta pajarita, la pajarita arquetípica o ideal, no tocaría a tierra más que en tres puntos geométricos, en tres puntos puros, determinantes de un puro plano. No hay más que otra figura que toque a tierra con menor número de puntos que es la esfera que solo sobre uno se sostiene, pero sostiénese en equilibrio inestable y no en estable. Y ¿quién duda de que el triángulo sea figura más perfecta que el círculo? Porque si son maravillosas y sorprendentes las relaciones del círculo, tan maravillosas y sorprendentes son las del triángulo, siendo este más vario que aquella a mayor abundamiento. Porque en el círculo apenas hay más que unidad, mientras que en el triángulo hay unidad, variedad y armonía, unidad de espacio cerrado, variedad de lados y ángulos, armonía de figura. Así ha sido siempre honrado y respetado el triángulo, y con él el número tres que de él deriva, el misterioso número tres, el primer número compuesto de un impar y de un par y precisamente del primer impar con el par primero. Aquí haré un caluroso elogio del número tres, enumerando las principales categorías y potencias que se nos dan en terna o triada, y fijándome muy en especial en la Libertad, Igualdad y Fraternidad; Dios, Patria y Rey; Agricultura. Industria y Comercio; Verdad, Bondad y Belleza; Oriente, Grecia y Roma; etc., etc., etc.

Vamos ahora a la China, a ese país antiquísimo que guarda las más venerables reliquias de la infancia del género humano. Y una vez en China haré un caluroso elogio del interesante pueblo chino para concluir encareciendo la importancia del tangram o chinchuap, especie de rompecabezas chinesco, que sirve de distracción a los niños y que se ha adoptado en no pocas escuelas de Europa para desarrollar el sentido geométrico de los niños. Consta el tangram de siete piecitas de madera u otra materia, cortadas al modo que se ve en la figura adjunta y con las cuales puede hacerse todo género de combinaciones. Es un juego muy conocido. Ahora bien, yo sostengo que semejante juego procede de la pajarita, y que a no más que construir la figura de la pajarita se endereza, ya que sus últimos elementos, aquellos de que sus siete piezas constan, no son ni más ni menos que los dieciséis triángulos rectángulos isósceles de que el cuadrado en que se inscribe la pajarita consta, sin más que la dislocación de dos de ellos. Y buena prueba de que el tangram chinesco se enderezaba a la comprensión de la pajarita es que, como se ve en las figuras adjuntas, se forman con sus siete piezas de un lado el óvulo papiráceo juntamente con la figura de la pajarita, pudiendo superponer esta sobre aquel, y de otro lado la pajarita toda. Así proseguiré desarrollando la anatomía geométrica de la pajarita.


Origen y fin de la Pajarita - El origen de cada cocotte o pajarita se nos aparece a primera vista muy claro y obvio, la construimos nosotros con nuestras propias manos tomando un pedazo de papel. Mas ya hemos visto que al construirla no pasamos de ser humilde instrumento de una Potencia Suprema e Inteligente que guía nuestras manos. Aquí de lo que quiero tratar es de su origen filogénico, del origen de la especie. Porque nosotros las aprendimos a hacer por haber visto hacerlas, mas ¿quién las ideó primero? ¿las ideó alguien? ¿surgieron de la nada, del azar o de Inteligencia creadora y ordenadora? ¡Grave cuestión! ¿Podrá haber quien nos persuada torpemente de que ser tan maravilloso, dotado de tantas y tan excelsas perfecciones, vaso de tan admirables relaciones métricas conmensurables e inconmensurables, estáticas y dinámicas, de que este perfecto ser papiráceo pudo ser obra del acaso? ¿Tendremos que recordar lo de que echando al azar caracteres de imprenta no pudo salir la Ilíada? ¡Lejos de nosotros Demócrito y Leucipo y Holbach y los materialistas todos! ¡Oh ceguera de los hombres! ¡oh dureza de sus corazones! No, no es posible que nos persuadan de doctrinas tan absurdas como impías. Ha surgido en modernos tiempos una secta proterva e impía llamada transformismo, darwinismo o evolucionismo —que con estos y otros tan pomposos nombres se engalana— que en su ceguera y arrogancia pretende que las especies hoy existentes se han producido todas, todas, incluso la humana, unas de otras, a partir de las más sencillas e imperfectas y ascendiendo a las más perfectas y complicadas. Pocas veces se ha visto error más nefasto. Y ¿qué nos dice el flamante transformismo acerca de la pajarita de papel? ¿Podrá hacernos creer que tan perfecto ser se engendrara evolutivamente y no que surgiese de una sola vez y como por ensalmo con las perfecciones todas que hoy atesora? Supongo que nos vendrá diciendo que dado un perfecto cuadrado de papel y doblándolo con precisión no hay modo sino de que se engendren figuras regulares, que doblando un cuadrado por su diagonal por fuerza resultan dos triángulos rectángulos isósceles; pero ¿no veis, desgraciados, que eso que me venís diciendo implica una petición de principio o círculo vicioso? Sí, conozco sus sofismas aparatosos, sofismas de ciencia vana que hincha y no conforta; sé que llevados de su natural soberbia sostienen con pertinacia que los cantos rodados han resultado tales en puro frotarse contra el lecho del arroyo y las aguas y no que fueron hechos rodados desde un principio para que mejor resistieran a la corriente. ¿Qué más? Hay un hecho admirabilísimo, fuente de admiración para todo verdadero sabio, que ha servido a esos falseadores para uno de sus más artificiosos sofismas. El hecho es el de lo maravillosamente dispuestas que están las celdillas de los panales de abejas, en prismas hexagonales, que son las construcciones que acercándose más a los cilindros desplazan menos terreno. ¡Maravillosa economía de espacio! Muchos sabios modestos, profundos y piadosos se han detenido en admirar a la Providencia en esta maravillosa traza, y puesto que no cabe, no siendo llevado de un espíritu sectario, atribuir a las abejas un conocimiento tal de la geometría que sepan cómo son los prismas hexagonales las figuras que mejor encajan unas en otras sin desplazar terreno y ofrecen el hueco que más se acerque al del cilindro, forzoso nos es ver en ello una Inteligencia suprema que las dotó de instinto. Pero he aquí que vienen estos sabios modernos, estos sofistas aparatosos y henchidos de presunción arrogante, y nos dicen que las avispas hacen cilíndricas sus celdillas dejando huecos intermedios, perdiendo terreno, y que si las abejas han llegado a hacerlas hexagonales es porque apretando unos canutillos contra otros acaban por tomar ellos mismos, naturalmente, la forma de prismas hexagonales, y a tal propósito nos invitan a reunir un fajo de tales canutillos, a modo de cigarrillos en paquete, y ceñirlos y apretarlos bien y lo veremos patente.

¡Oh ceguedad de la razón humana, y a qué extremos conduces a los infelices mortales! ¡oh astucias del Enemigo malo! Recordemos que cuando Dios puso a nuestros primeros padres en el paraíso terrenal les dejó todo aquel amenísimo jardín en usufructo, ya que no en propiedad, y solo les prohibió que tocaran a los frutos del árbol de la ciencia del bien y del mal; pero vino el Tentador y les ofreció que serían como dioses, conocedores del bien y del mal y de las razones de las cosas, y probaron del fruto del árbol de la ciencia y se vieron desnudos y cayeron en miseria y de allí arrancan nuestros males todos, entre ellos el primero y el más grave de todos, que es eso que llamamos progreso. La tentación continúa, pues estoy completamente convencido de que todo eso del transformismo no es más que una añagaza puesta con divina astucia a nuestra razón para ver si esta se deja seducir y cree más en sí misma que en lo que debe creer y a que debe confiarse. Todo lo que a los seres orgánicos se refiere está, en efecto, de tal modo dispuesto y trazado que se vea nuestra pobre y flaca razón llevada naturalmente y como de la mano a caer en los errores del transformismo. Paralelismo entre el desarrollo del embrión y la serie zoológica, órganos atrofiados, casos de atavismo, todo se halla ordenado a inducirnos a error. Es evidente que mirada la cosa a la luz de la sola razón, no hay más remedio que caer en el transformismo, pues este solo nos explica la diversidad de especies y su diversidad de formas. La ciencia es implacable y no sirve quererla resistir. La razón cae y tiene que caer naturalmente en el transformismo si la fe no la sostiene sobrenaturalmente. Pero llegará el último día, el día del juicio, aquel en que nos veremos todos las caras, el día en que los ignorantes confundirán a los sabios y aquel día oiremos que se les dice a nuestros flamantes sabios modernos: «Sí, es verdad, todo estaba trazado y dispuesto para haceros creer en que unas especies provenían de otras mediante trasformación, incluso el hombre provenir de una especie de mono; todo llevaba vuestra razón naturalmente y como por irresistible fuerza a tal creencia, pero era ¡ay! para probar vuestra fe y ver si creíais más a vuestra pobre, flaca y soberbia razón que no a palabras que por infalibles debíais tener. Cierto es también que apóstoles del error y de la mentira os hablaron de cierta quisicosa que llamaban revelación natural y de que Dios habla por sus obras y de que es la naturaleza su palabra, su verbo, y de que Él os enseñaba el transformismo y de que era esta una doctrina profundamente religiosa y piadosa en cuanto mostraba al hombre una indefinida ascensión de mejora, pero todo eso eran trampas que se os ponía para probar vuestra fe. Y así como a Faraón se le endureció el corazón y una vez con el corazón endurecido no respondió cuando se le llamaba y fue por ello castigado, así se os castigará ahora por haber creído antes a vuestra razón que no a antiquísimas y venerandas palabras.» Y sonará la fatídica trompeta.

Tal es, sin duda alguna, el hondo sentido de ese moderno y perniciosísimo error que se llama transformismo, añagaza que a la razón se le antepone. Mas a nosotros debe apartarnos de él la asidua y cuidadosa contemplación de las perfecciones que la cocotte o pajarita de papel atesora… * * * Aquí termina bruscamente el manuscrito de los Apuntes para un tratado de cocotología del ilustre don Fulgencio, y es lástima que este nuestro primer cocotólogo, el primero en orden de tiempo y de preminencia, no haya podido llevar a cabo su proyecto de escribir en definitiva un tratado completo de la nueva ciencia. Me ha asegurado que piensa refundirla en su gran obra de Ars magna combinatoria, y aún parece ser que fue la cocotología lo que primero le sugirió tan considerable monumento de sabiduría.-

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