Sonntag, 23. April 2017

Lectura 9 - der Kulturkampf


die Kultur : (numerosas acepciones, verlas en DWDS https://www.dwds.de/wb/Kultur )
der Kampf m. – kämpfen = campear, luchar - campear: combatir en campo raso

der Krieg : m = la guerra : organisierte militärische Auseinandersetzung großen Ausmaßes und längerer Dauer zwischen Staaten, Machtgruppen oder Stämmen - Gegenwort zu Frieden

die Schlacht = la batalla, el combate → schlachten V. ‘zur Ernährung bestimmtes Vieh fachmännisch töten’,  übertragen ‘(wehrlose) Menschen niedermetzeln, morden’ = carnear, asesinar

…¿viste cómo hay vocablos que incurren en una dispersión semántica inabarcable? Algunos parecen más proclives a proliferar en el tiempo, a injertar las raíces y reinventar sus sentidos en el bosque mental de pueblos muy lejanos unos de otros,  tal vez asociados por vínculos cuyos rastros algún día  se van descubriendo. Dos de esas palabras – sólo incompatibles en ciertas taquillas mentales – son las que una vez se combinaron en la lengua alemana para formar Kulturkampf. Mucho antes de unirse en el lampo histórico que produjo su circunstancial aparición, ya eran de abolengo clásico y linaje prestigioso, aunque cada una a su turno (Kampf  y  Kultur) se viese luego desprestigiada en la  criba donde las maceró la crítica filosófica moderna.

Información sobre Alemania actual y su régimen jurídico-político:
ya que por el momento la embajada de la BRD no dispone de los folletos que antaño enviaba, sin cargo, a estudiantes y enseñantes del idioma, sugerimos descargar (pdf) o copiar el confiable material que sea de interés clicando en:

https://www.tatsachen-ueber-deutschland.de/es/system/files/download/tatsachen_2015_spa.pdf 

Consultar asímismo material didáctico posteado en años anteriores para este taller en las 4 secciones de http://arielrodo.weebly.com/

-o-o-

La Reforma luterana (s. 16) y los subsiguientes 30 años de guerras religiosas (s. 17) modificaron el mapa político, demográfico e ideológico de Europa. Consolidados los Habsburg en el trono electivo del Sacro Imperio Romano, los reinos de habla alemana vieron crecer la monarquía de los Hohenzollern en la septentrional y poderosa Prusia (Preußen). Hubo así dos polos hegemónicos rivales en la fragmentada Alemania. Las victorias napoleónicas culminadas a comienzos del siglo 19 y la creación de la Confederación del Rhin (Rheinbund) facilitaron el triunfo de las armas francesas sobre Prusia en 1806, año en el que Bonaparte declaró la caducidad definitiva del vetusto Reich germánico. En los territorios alemanes bajo dominio francés, en especial los del Rheinbund, se instauraron reformas políticas y administrativas a tenor de las implantadas desde Paris.
Solo el fracaso napoleónico en la invasión de Rusia permitió, desde 1813, la paulatina formación de una alianza entre las remanentes fuerzas antifrancesas de Europa; - entre ellas las “guerras de liberación” (Befreiungskriege) comenzadas por tropas irregulares de alemanes de varias regiones y apoyadas al principio de un modo vacilante por el rey prusiano. Luego se oficializó la coalición ruso-prusiana, a la que pronto adhirió Austria, con la consecuente derrota de Napolèon en la Völkerschlacht de Leipzig.
Tras Waterloo, Paris fue ocupada por tropas coaligadas y el 3 de abril de 1814 el emperador francés se vio obligado a abdicar. En el Congreso de Viena (Wiener Kongress) de 1814/15, los representantes de los estados vencedores diseñaron el nuevo orden geopolítico de la Europa posnapoleónica, Los liberales alemanes ensayaron su precaria e inmadura revolución nacional de 1848/49, cuyo fracaso fortaleció el poder de las dinastías establecidas. En 1866 se dirime en combate armado la rivalidad hegemónica de Prusia y Austria, a favor de la primera,  sobre los proyectos de unificación alemana.
En Francia, un sobrino de Napolèon I es elegido presidente de la República y en un autogolpe de estado se autoproclama emperador. Interviene de un modo muy activo en la política internacional europea y del mundo hasta que, en 1870, declara la guerra al reino de Prusia y es derrotado en la batalla de Sedan. Ello habilita al eficaz canciller prusiano, Otto von Bismarck, para forzar la adhesión de los reinos alemanes del sur al conjunto de la Confederación alemana y así fundar el primer Reich alemán unificado (1871). El 18 de enero de 1871 se proclama en el palacio de Versailles la asunción al trono imperial del hasta entonces rey de Prusia, Wilhelm I, y el inicio del a veces denominado Segundo Reich… por más que resulte un tanto disputable – en términos de teoría política – la designación de Primer Reich  para el Sacro Imperio, que de “sacro” y “romano” tenía poco pero incluía entre sus miembros también a pueblos no germanos.
En suma, la fundación del nuevo estado alemán y los progresos de la industrialización propiciaron el despertar de muchos alemanes a la vida política, ya no orientada tan solo por la autocracia tradicional sino por formaciones partidarias que desde 1848 venían estructurándose en un sistema de cinco partidos principales: conservadores tradicionalistas, liberales radicalizados y moderados, centro católico y socialistas. Integrados desde las elecciones de marzo de 1871 en el nuevo parlamento (Reichstag), los diputados de algunas fracciones comenzaron a boycotear el presupuesto de gastos militares presentado por Bismarck. Liberales nacionalistas se escindieron de los progresistas; representantes de los terratenientes conservadores apoyaron al Kaiser y a su primer ministro; los socialistas exigían mejores condiciones de vida para las clases trabajadoras y el voto universal; los católicos (excepto en Bayern) se sentían discriminados en una sociedad cada vez más secularizada o adherida al protestantismo.
Acicateaban ese malestar del catolicismo ciertas resoluciones gubernamentales como la supresión de subsidios al clero, la implantación del matrimonio civil y la prohibición de impartir directivas políticas desde los púlpitos. En amplios sectores no católicos de la sociedad alemana llameaba el descontento con la reciente promulgación del dogma de la infalibilidad pontificia en cuestiones de fe, aprobado por el  concilio ecuménico Vaticano I y puesto en vigor por el papa Pius IX el 18 de julio de 1870.


Algunos grupos católicos alzaron su voz con vehemencia ​ tanto dentro como fuera del Concilio para oponerse a la declaración del dogma de la Infalibilidad pontificia y durante los días en que se debatió la infalibilidad, circularon muchos folletos y sinnúmero de artículos en los diarios y periódicos atacando lo que se consideraba, un intento de Pío IX de declararse infalible. Ignaz von Döllinger, fue uno de los más conocidos opositores a la infalibilidad papal y como no la aceptó, fue excomulgado el 17 de abril de 1871. El conflicto llegó al punto que 14 de los 22 obispos alemanes que se reunieron en Fulda a principios de septiembre de 1869, llamaron la atención del Santo Padre por medio de un documento especial en donde decían que debido a la controversia reinante, no consideraban que fuera conveniente definir la infalibilidad papal.

El lunes 18 de julio de 1870, dos meses antes de perder los últimos vestigios de poder temporal con la entrada de las tropas italianas en Roma, se reunieron en el la Ciudad del Vaticano 435 padres conciliares bajo la presidencia del papa Pío IX. Se hizo la última votación sobre la infalibilidad papal, en la que 433 padres votaron placet (a favor) y sólo dos ―el obispo Aloisio Riccio  y el obispo Edward Fitzgerald, de Little Rock (Arkansas)― votaron non placet. Si bien von Döllinger no dio ningún paso por reintegrarse a la Iglesia católica, tampoco lo buscaron de la misma forma que a Hans Küng (otro teólogo opositor pero del siglo XX). En torno a von Döllinger se unió un grupo de sacerdotes y laicos ​ que con el tiempo darían origen a la iglesia de los veterocatólicos. [Después del concilio Vaticano I, algunos grupos de católicos de Alemania, Suiza y del imperio austro-húngaro, bajo el influjo de algunos teólogos como Ignaz von Döllinger, protestaron contra las definiciones del primado y de la infalibilidad del papa. Fueron llamados «viejos católicos» porque consideraban las doctrinas del Vaticano I como una innovación. Los congresos celebrados en München ( 1871) y en Köln ( 1872) los llevaron a la Declaración de Utrecht ( 1889), que unió a todos los que criticaban el concilio Vaticano I con la comunidad más antigua de Utrecht. A principios del siglo XX los viejos católicos se unieron a las «Iglesias polacas nacionales» de Polonia, Estados Unidos y Canadá.]
En el reino de Prusia, de población mayoritariamente “evangelisch” (o sea, protestante), ya habían comenzado las mencionadas medidas “anticatólicas”, que incluían limitaciones a la supervisión de la enseñanza escolar por parte de inspectores eclesiásticos de ambas confesiones. Uno de los más firmes adversarios del canciller prusiano Bismarck, el médico y diputado liberal de izquierda Rudolf Virchow, apoyó en este conflicto al gobierno y lanzó en el parlamento berlinés la consigna del Kulturkampf, acuñando así un vocablo que logró permanencia en la lengua alemana. Extendida la lucha a todo el ámbito territorial alemán, se la imaginó como la reviviscencia del multisecular combate entre el Pontificado y el Imperio, en el que siempre estuvo en juego mucho más que una mezquina “querella de investiduras”.

Bismarck, principal gestor del nuevo Reich alemán y jefe de gobierno del imperio, comprendió la gravedad del primer conflicto político interno al que debía enfrentarse. Algunos profesores y clérigos católicos se manifestaron contrarios al dogma de la infalibilidad, contradiciendo la firmeza doctrinaria de los obispos católicos que exigían que aquéllos fuesen destituidos de sus cargos docentes. El canciller convalidó la permanencia de los refractarios, aunque no por motivos religiosos sino considerando que en ese entredicho la iglesia romana atentaba contra la unidad y las instituciones del flamante Reich. Entendía Bismarck que la intransigencia católica reavivaría las luchas religiosas que antaño habían azotado a la sociedad germana. Episodios de ese enfrentamiento, a más de los  arriba mencionados, fueron la expulsión de la orden jesuítica de los dominios imperiales,  la supresión de la “sección católica” en el ministerio de Cultos y la abrogación de los parágrafos de la Constitución imperial que preveían el sostenimiento económico de las estructuras eclesiásticas católicas.
El ala católica en el Reichstag era el partido del Centro (Zentrum) capitaneado por el diputado Windthorst, quien promovió ásperas discusiones parlamentarias contra la política laicista del gobierno. Los intensos debates demostraban que detrás de la fachada confesional reaparecían los gérmenes del tradicional particularismo alemán, con predominio de los intereses de las minúsculas monarquías locales, las oligarquías regionales y las incipientes burguesías urbanas entregadas a la importación de productos foráneos.El conflicto no tuvo larga duración. Bismarck era demasiado astuto para continuarlo cuando ya se le venían encima otros enemigos internos, de orden político y social: los Junker (aristocracia terrateniente) y los obreros industriales encuadrados en el fortalecido partido socialdemócrata (SPD) capitaneado por A. Bebel, Wilhelm Liebknecht y Ferdinand Lassalle. El fallecimiento del papa Pio IX y el advenimiento de Leon XIII al solio pontificio (1878) permitieron a Bismarck acreditar de nuevo un embajador alemán ante la Santa Sede, suprimir el tribunal especial contra la “sedición desde el púlpito” y relajar la aspereza de las relaciones con la iglesia romana.


Desde una mirada católica se ha escrito:                                                                              ver https://www.dhm.de/lemo/kapitel/kaiserreich/innenpolitik/kulturkampf.html 


« …Der Kampf gegen Katholiken verstärkte eher die innerkirchliche Solidarität, die Bindung an den Papst und die Identifikation mit dem Papsttum. Bisherige Interessensgegensätze zwischen liberalen und konservativen Katholiken rückten in den Hintergrund. Das katholische Vereins- und Verbandswesens erlebte ebenso einen deutlichen Aufschwung wie die katholische Presse, die ungeachtet der repressiven Maßnahmen die Politik des Zentrums massiv unterstützte. Bei den Reichstagswahlen 1877 und 1878 konnte sich die Zentrumspartei als zweitstärkste Fraktion im Parlament etablieren. Auch aufgrund dieser kontinuierlichen Wahlerfolge erkannte Bismarck Ende der 1870er Jahre, dass er seine Ziele der Zerschlagung des politischen Katholizismus nicht erreichen konnte. Mittlerweile beklagten sich auch protestantische Vertreter über das mangelnde Rechtsbewusstsein, die Einschränkung individueller Rechte und Freiheiten sowie die fortschreitende Säkularisierung des öffentlichen Lebens. Daneben verlor Bismarck durch seine Abkehr von den Prinzipien des Freihandels die Unterstützung großer Teile der Nationalliberalen. Zur Durchsetzung der konservativen Schutzzollpolitik brauchte der Reichskanzler eine neue parlamentarische Mehrheit, die er nur durch eine Annäherung an das Zentrum erreichen konnte. Darüber hinaus traten allmählich die Sozialdemokraten in den Mittelpunkt Bismarckscher Innenpolitik, die er als eine noch größere Gefahr für die Gesellschaft im Deutschen Reich erachtete. ..

. . . Im Herbst 1885 akzeptierte Bismarck einen Schiedsspruch von Papst Leo XIII. in einer nebensächlichen deutsch-spanischen Streitfrage um die Karolineninseln1 zugunsten Spaniens. Aufgrund dieser Anerkennung des Vatikans als Souverän verlieh das Kirchenoberhaupt dem Reichskanzler die höchste päpstliche Auszeichnung, den Christusorden - sehr zum Entsetzten der Katholiken in Deutschland, die in Bismarck immer noch den "Christenverfolger" sahen. In weiteren Verhandlungen wurde der "Kulturkampf" zusätzlich entschärft: Die beiden Friedensgesetze von 1886 und 1887 revidierten schließlich bis auf Schulaufsicht und Zivilehe nahezu alle Kulturkampfgesetze. Am 23. Mai 1887 erklärte Leo XIII., dass der Friedenszustand zwischen Heiligem Stuhl und Deutschem Reich wieder hergestellt sei. Anspielend auf die herbe Niederlage Bismarcks im "Kulturkampf" hieß es später im Volksmund, der Reichskanzler habe sich "am Weihwasser die Finger verbrannt". »

El Reichskanzler, necesitado del apoyo político que el Zentrum podría darle, terminó por derogar las leyes adversas a la Iglesia.
1Islas Carolinas (en el Pacífico occidental):  España intentó establecer derechos aduaneros en la región en 1875, pero Alemania y el Reino Unido protestaron, ya que el anterior abandono de las islas por parte de España permitió la llegada de diferentes misiones de estos dos países. El conflicto surgido a causa de estos hechos fue sometido al arbitraje del papa León XIII, quien reconoció la prioridad de los derechos de España sobre las islas comprendidas hasta el grado 164 longitud este, asignando a Alemania las islas Marshall y la facultad de conservar una estación naval en una de las islas Carolinas, derecho que Alemania nunca utilizó.
Nota no imprescindible para estudiantes del nivel inicial:
sobre la enunciación de nombres de monarcas y análogos: en nominativo, Friedrich der Zweite [der Große], Wilhelm der Erste, Leo der Dreizehnte (Leo XIII.) – Los números ordinales se marcan con un punto tras la cifra. -  En orden sintáctico se pronuncia: nombre, artículo y número ordinal.
Desde ya, si es necesario declinar  el artículo (que no se escribe pero se pronuncia), debe respetarse la declinación exigida por el caso : Genitiv – Dativ – Akkusativ – Nominativ .
P.ej. – Elisabeth der Zweiten – Wilhelm dem Ersten – Karl den Fünften – Karl der Fünfte – [es más fácil entender el funcionamiento de los 4 “casos” si los practicamos en oraciones con Objeto Indirecto y Objeto Directo].
Fuentes :
C .E.H.: La obra médico-antropológica de Rudolf Virchow.- en QUIRON, vol II, nº 4, La Plata oct-dic 1980 (órgano de la Fundación J.M Mainetti).
Historisches Lexikon der Schweiz http://www.hls-dhs-dss.ch/textes/d/D17244.php
Luckwaldt, Friedrich : El sistema de los Estados europeos… (en : Walter Goetz, Historia universal, tomo VIII, p. 350-352 – Espasa-Calpe, Madrid 1968).
Richter, Werner : Bismarck.- (traducc. Angel Sabrido).- Ediciones G.P., Barcelona 1967, 3ª parte, II.
Rocker, Rudolf: Nacionalismo y cultura.- (traducc. Diego Abad de Santillán) - ed. Tupac, Buenos Aires 1954.
Rössler, Hellmuth: Deutsche Geschichte.- C. Bertelsmann, Güthersloh 1961.
-o-o-
Ende des Lesestücks 9